Recorriendo el menú de Netflix, tratando de aprovechar los momentos de descanso, me encontré con una entretenida película.  A simple vista es una película, sin ninguna pretensión filosófica, política o ética, pero que me permitió pensar un poco sobre la realidad de muchas personas.  Me refiero a la trilogía “volver al futuro” Dirigida por Robert Zemeckis y que cuenta en su reparto a Michael J. Fox, Christopher Lloyd, Lea Thompson.

La película trata de la vida del joven Marty McFly, quien lleva una existencia caótica, una anónima relación con su novia, una familia en crisis y un director de escuela que busca motivos para expulsarle, por lo que siempre está tratando de disimular la situación y aparentar que toda marcha de manera normal. Este joven tiene un buen amigo, el excéntrico profesor Emmett Brown, quien está probando su nuevo experimento: una máquina que les permite viajar en el tiempo usando un viejo carro modificado. Un gran invento que revolucionará la ciencia. No obstante, en la prueba hay un suceso que empeora la situación: unos traficantes de armas llegan y asesinan al profesor Emmett Brown. Marty se refugia en el coche y aparece transportado 30 años atrás.  A partir de este momento, se desencadena una serie de sucesos, que lo llevan a estar en el pasado o en el futuro, pero que le impide vivir el presente.

Lógicamente tal máquina no existe, o por lo menos no la conozco aún. Pero conozco un elemento más poderoso que dicha máquina: la mente humana. Esta no tiene solo la capacidad de llevarnos de pasado a futuro, sino que nos ancla a experiencias vividas o a deseos de un futuro. Son incontables las publicaciones en las redes sociales, que expresan estos deseos.  Son muchas las expresiones de amigos y conocidos planeando todo lo que harán cuando termine la cuarentena. Claro, todos tenemos anhelos de un futuro mejor, y no podemos olvidar la importancia de la memoria histórica. El problema está cuando anclados en un pasado o deseando un futuro, se nos olvida que estamos viviendo nuestro presente.

Anuncio

Los maestros de la antigüedad nos recuerdan Beatitudo Hic et nunc (la felicidad es aquí y ahora). Esto no significa que no podamos pensar en el pasado o en el futuro, sino que es un llamado a descubrir en las circunstancias del presente lo valioso y apreciar lo que se está viviendo. Este es un momento privilegiado para comprender que, sin querer, sin planear, sin haberlo por lo menos advertido, la vida nos dio un cambio radical, llegó y dijo ¡Stop! Cuántos planes, reuniones, viajes, vacaciones, comidas quedaron agendadas, porque no teníamos tiempo; cuántos encuentros que aplazamos para un mañana y la vida nos sorprendió, haciéndonos comprender que solo se vive una vez. Tal vez muchos hoy tenemos tiempo, pero ahora no podemos realizar muchos de esos planes. Cuanta sabiduría hay en la frase: “si en juventud supiera y en vejez pudiera”. Tantas oportunidades que dejamos de vivir en plenitud, por un capricho, por un enojo o tan solo porque pensábamos que la vida era estática y creíamos tener la certeza de cómo vivirla; cuantos, como el protagonista de la película,  queremos refugiarnos en el pasado o en el futuro para huir de la responsabilidad de vivir nuestro presente,   por eso siempre me ha gustado esta canción de José María Napoleón, que dice:

Siente correr la sangre por tus venas
Siembra tu tierra y ponte a trabajar
Deja volar libre tu pensamiento
Deja el rencor para otro tiempo
Y echa tu barca a navegar
Abre tus brazos fuertes, a la vida
No dejes nada a la deriva
Del cielo nada te caerá
Trata de ser feliz con lo que tienes
Vive la vida intensamente
Luchando lo conseguirás

Hoy, aunque parezca extraño, debemos aprender a vivir, a comprender que la vida tiene su propia dinámica, y somos nosotros quienes tenemos que adaptarnos a ella y no al contrario. Volvamos a los latinos que nos recuerdan “carpe diem” aprovechemos estos días, aprovechemos a las personas que tenemos a nuestro lado. Aprovechemos los desafíos que estas circunstancias nos presentan, para descubrir habilidades y destrezas. Incluso para muchos ha sido la oportunidad para romper esquemas, que creíamos inamovibles.

Recordemos los dichos de los abuelos : “hay tres cosas que no vuelve: la palabra dicha, la piedra lanzada y la oportunidad perdida” y esta es una maravillosa oportunidad ¿para qué? Bueno la respuesta la tiene cada uno, en la medida que se abra a la posibilidad de descubrir todo los que éste presente le trae. Por eso, recibamos este “ nuestro presente” con la alegría de quien reciben un regalo que nos permite cambiar, valorar, amar y que nos invita nuevamente a aprender a vivir, para que al final de nuestros días, la vida no se nos vaya sin haberla y que podamos decir como Neruda “ confieso que he vivido”.