Desde mis años de juventud donde iniciaba la reflexión teológica siempre me llamó la atención el Sermón de la Montaña, que se encuentra en el capítulo 5 del Evangelio de San Mateo. En aquel mensaje del Maestro de Galilea encontré una propuesta ética, política y espiritual de profunda relevancia, que exigía un compromiso existencial y una fidelidad radical a la causa del Reino que propone Jesús de Nazaret. Precisamente en esa misma época me encontrécon la poesía hecha lucha, hecha resistencia de Ernesto Cardenal (1925-2020). Me sorprendió encontrar un cura con su boina de bohemio, su blanca barba de sabio y sobre todo su poesía que brotaba de una conjugación entre evangelio, vida y realidad social, que se concreta cuando en 1965 conforma una comunidad cristiana en una de las islas de Solentiname donde propone un estilo de vida según los valores del Reino, desde donde surge una de sus obras más representativas «El evangelio en Solentiname» y esto fue una de las cosas que más me impactó de aquel hombre: su compromiso con la transformación de la realidad de opresión y miseria como fruto de una consciencia evangélica, que buscaba la coherencia con la propuesta hecha por Jesús en el Sermón de la Montaña, como lo escribía en su poema Bienaventurado el hombre (Salmo 1):

Bienaventurado el hombre que no sigue las consignas del Partido
ni asiste a sus mítines
ni se sienta en la mesa con los gánsters
ni con los Generales en el Consejo de Guerra
Bienaventurado el hombre que no espía a su hermano
ni delata a su compañero de colegio
Bienaventurado el hombre que no lee los anuncios comerciales
ni escucha sus radios
ni cree en sus slogans.
Será como un árbol plantado junto a una fuente.

 

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Con Ernesto Cardenal comprendí que la vocación sacerdotal no se limitaba a la celebración de los sacramentos, sino que esta implicaba trascender a la mística transformadora, como imperativo evangélico que obliga al cristiano a trabajar por la justicia, la paz y la liberación de las estructuras de injusticia que impiden al ser humano tener vida y en abundancia.  La espiritualidad presente en los evangelios no es solo un ejercicio reflexivo, de meditación, sino que implica praxis comunitaria, fruto de una comunión eclesial como pueblo de Dios y alejado de toda pretensión institucionalizada de poder dominante, que impide que se viva según la libertad de los hijos de Dios. Sin embargo, la radicalidad y la coherencia con la propuesta eclesial que conlleva una praxis social y política genera contradicciones incomprensibles para quién desde un escritorio en una cómoda oficina europea, quiere dictar catedra de como vivir el Evangelio desde las realidades de opresión y miserias de los pueblos latinoamericanos a los que él solo se acerca enimágenes.

Ernesto Cardenal sufrió el rigor institucional de Roma y en una actitud obediente guardó silencio ante la severa amonestación pública que le hizo el Papa Juan Pablo II, en el aeropuerto de Managua, en 1983. Asumió con humildad evangélica la censura a divinis que lo suspendía de sus labores como sacerdote, sanción que levantó Francisco en el 2019, volviendo a celebrar la Eucaristía postrado en la cama de un hospital. Sin embargo, Cardenal siempre fue teólogo, poeta y profeta de la liberación.

El pasado domingo 1 de marzo Ernesto Cardenal ha fallecido, su ejemplo y testimonio queda presente en la Iglesia como un modelo de vida a seguir.  Su testimonio es una invitación a los sacerdotes a salir de las sacristías, a construir comunidades. Y, a los cristianos es un llamado a vivir en coherencia con los valores del Evangelio.  Ahora sí, al escribir estas líneas comprendo lo que quería Cardenal quería decir en su poesía:

Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido:

yo porque tú eras lo que yo más amaba

y tú porque yo era el que te amaba más.

Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo:

porque yo podré amar a otras como te amaba a ti

pero a ti no te amarán como te amaba yo.

 

Hoy comprendo que he perdido yo más, he perdido al Sacerdote que con su entrega mística llevó a Cristo a los rincones más ateos y revolucionarios del mundo. He perdido al Poeta que cuando declamaba hacia una homilía que inundaba del mensaje cristiano de amor y comunión a los sectores marxistas y anticlericales. He perdido al Santo que con su vida confrontó lo más radical y ortodoxo de la curia romana. He perdido al Profeta que con su vida y con su palabra fue revolución, mística y liberación.

En Ernesto Cardenal se cumple la frase del Sermón de la Montaña que dice Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios(…). Y aunque su trabajo incomprendido por su coherencia evangélica es un llamado a la conciencia del cristiano que vive tranquilo en escenarios de injusticia, exclusión y muerte. Sabemos también que es más cómodo no comprometerse ética y políticamente, porque los que como Cardenal tienen hambre y sed de justicia, serán … silenciados por los poderes hegemónicos, institucionales que se sienten confrontados con la vivencia del evangelio, por eso a Ernesto Cardenal, como a Ellacuría, Oscar Arnulfo Romero, Helder Cámara, les podemos decir que: Bienaventurados los perseguidos por la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.