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No quiero que encarcelen a Uribe

 

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Desde hace varios meses se viene debatiendo en redes acerca del llamado de la Corte al senador y expresidente Álvaro Uribe Vélez. Ante esto, aparecen voces que celebran el llamado y desean verlo preso; por otro lado, aparecen voces reaccionarias que defienden la inocencia del senador y hasta invitan a unirse en armas para defender el líder del Centro Democrático. Este debate en redes permite ampliar el espectro de participación de quienes acceden a estas. Sin embrago, el debate y la discusión en la mayoría de los casos, se hace de manera superflua, acalorada y con un apasionamiento que se distancia de la racionalidad democrática y no permite el consenso que respete el disenso.

 

No tengo nada personal con el senador Uribe, por eso ante la pregunta reiterada que se me hace, manifiesto que tenemos que dejar de ver los procesos judiciales como escenarios vengativos. Igualmente, la cárcel debe superar esa visión inquisidora. La cárcel existe como un medio de resocialización y si se toma como un aparato de tortura y castigo, significará que no hemos aprendido nada en el desarrollo de la justicia. Lo que deseo expresar es que, si el proceso contra Álvaro Uribe Vélez está basado en la venganza y no en la justicia, entonces, no quiero que encarcelen a Uribe, porque no habrá espacio para un ejercicio serio, transformador de las situaciones que generan injusticia y violencia. Pero si este proceso sirve para que el aparato judicial se consolide desde una práctica equitativa, donde no solo se les aplica a los de ruana, sino que sirve para actuar coherentemente, donde se muestra que nadie tiene privilegio de trasgredir la norma y quien se le evidencie con pruebas reales y testigos verdaderos que  ha cometido delitos, entonces, todo ciudadano sea quien sea, debe responder y acatar la pena que la justicia le imponga así se llame Álvaro Uribe Vélez.

Sumado a esto, quienes piden la sangre y cárcel para Uribe como medio de expiación de sus pecados, se hace necesario que se comprenda que reducir la justicia al escenario carcelarios es una visión simplista, que en mucho caso termina premiando al culpable de los delitos. Si la Corte encuentra culpable al senador Uribe, espero que más allá de la asignarle una celda, que seguramente será una guarnición militar,  se asegure de la manera en la que va a reparar a las víctimas,  de cómo asumirá los procesos de restauración de las relaciones y divisiones que en el país ha generado. Un proceso judicial contra cualquier ciudadano que haya cometido delito, antes que condenarlo a una cárcel, se debe asegurar la reparación integral de aquellos que han sido lesionado con sus actos. El sistema carcelario y el aparato de justicia deben actuar garantizando la dignidad y la protección de las víctimas, asegurarse que estas reciban la restauración de los derechos vulnerados. Que las familiares encuentren en la verdad una expresión de justicia. Debemos dejar de ver la cárcel como un escenario de suplicio para que responda a su finalidad resocializadora.

Esta es una oportunidad privilegiada para que la Corte y el aparato judicial recupere la credibilidad que necesita un país ávido de paz y reconciliación. Independiente de las voces y las presiones políticas debe aquí sacar el talante democrático que permita construir confianza y consolidar justicia. El proceso contra Álvaro Uribe Vélez no debe verse como un acto personal de pedir su cabeza para saciar la sed de venganza, sino como un ejercicio de claridad y justicia que nos permita confiar en las instituciones. Si el senador es culpable que asuma la responsabilidad que le corresponde, no por ser Álvaro Uribe Vélez, sino porque es un ciudadano que ha cometido una infracción la ley y atentó contra el bienestar de la comunidad. Incluso su rol de senador y expresidente debe darle mayor responsabilidad moral de respeto a las instituciones y no lo contrario.

 Limitarse a pedir cárcel solo por venganza hará que el culpable se transforme en héroe y mártir lo que radicaría su imagen mesiánica, pero si se actúa en justicia integral y reparadora, seguramente el misticismo religioso que le envuelve se desvanecerá y aparecerá el ser humano que no tiene porque tener privilegios ante la justicia.   

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