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Maternidad

Amar es sinónimo de maternidad y hoy es un momento especial para agradecer tu amor eterno, puro,  y para reconocer la sabiduría infinita que brota del corazón de quienes ha optado asumir esta bella misión.  Ningún intelecto es capaz de encontrar la sabiduría con la que una madre educa. Quién en una noche oscura, no ha deseado recurrir nuevamente a los brazos de su mamá buscando ese consejo que calma la más terrible tempestad.  Quién no ha sentido la paz de su presencia y su tierna mirada que brinda calma, amor y tranquilidad al alma más angustiada. Es por eso por lo que nos recostamos en el pecho de nuestra madre para escuchar ese corazón fuente insondable de sabiduría por donde nos habla Dios

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Hoy es una oportunidad para celebrar el amor, pero también para celebrar la vida de todas las madres. Dios ha compartido con ustedes la posibilidad de ser creadoras de la vida. Ser madre es compartir con el cielo el don maravilloso de dar vida, de ser recinto sagrado que Dios escoge para que habite un alma, un sueño y un anhelo. Asumir la maternidad es acoger en el corazón el amor sin medida para entregar todas sus fuerzas para cuidarnos. El corazón de una madre se hace sagrario de amor, de la vida y encarna en cada hijo e hija la ternura y la felicidad. Es indescriptible la experiencia de ser acompañado por el amor hecho madre

La maternidad no es una acción natural, sino que es ejercicio pleno de la libertad por amor que se constituye en una opción de vida que contiene un carácter de divinidad. Asumir la maternidad es expresar el deseo de vivir el amor en plenitud.  La maternidad no es solo engendrar, sino que implica la comunión profunda que se entrelaza con el alma, es por eso por lo que en el corazón de quienes viven la maternidad encontramos una palabra de esperanza, de paz, de ternura, firmeza y amor. Por eso, la maternidad, aparece también en forma de tías, abuelas , hermanas, porque es entrega y solo un ser con un corazón puro puede dar vida, cuidarla y protegerla.

La maternidad hace la vida transcenderte, sagrada y angelical, por eso cuando parten de este mundo, sentimos el dolor de su ausencia, pero nos permite comprender que la fuerza poderosa del amor que no muere, sino que se transforma y su presencia se hace más cercana, mística, espiritual. Una madre que ha partido al cielo no se le recuerda, porque no es un ente vacío, sino que es un corazón ardiente de amor, y su existencia sigue viva en el corazón de quienes hemos crecido a la sombra amorosa de sus palabras siempre llenas de sabiduría. Su presencia siempre está en el corazón de quienes caminamos seguros cuando nos tomaba de las manos.  La muerte no rompe el vínculo sagrado del amor maternal, sino que lo transforma en fuerza cordial que debe comprometernos en la unidad familiar, como realización del sueño que alberga el alma pura de una madre, abuela, tía y hermana que ha vivido su maternidad con entrega y defecación.

 Doy gracias al cielo y reconozco la entrega incondicional de mi madre,  porque por ella soy lo que soy, a mi esposa quien me regaló la alegría en la vida de mi hija, a mis hermanas que me han dado sobrina y sobrinos que enloquecen la vida. A mis amigas y compañeras gracias por la entrega incondicional llena de amor y preocupación por sus hijos.

Elevo una oración al buen Dios del cielo que quiso tener una madre, agradeciendo por las mujeres que asumen su maternidad en la plenitud de amor. A las familias que en esta fecha experimentan la partida de mamá, recordemos que el amor nunca muere, se transforma y hoy es ángel protector de sus hijos. ​

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