El 13 de noviembre de 1985, Armero fue testigo de una tragedia sin precedentes cuando la erupción del volcán Nevado del Ruiz sepultó el municipio y dejó 25 mil muertos. A pesar de las advertencias de congresistas, geólogos y vulcanólogos, las señales de peligro fueron ignoradas, y la ceniza diaria fue pasada por alto.
Incluso semanas antes, el representante Hernando Arango Monedero advirtió en el Congreso sobre el riesgo inminente, pero sus palabras no se tomaron en serio. La tragedia dejó cientos de niños perdidos, familias rotas y Armero convertido en un lugar deshabitado lleno de dolor.
Hoy, Colombia trabaja para evitar desastres similares. El Servicio Geológico Colombiano destaca cinco lecciones cruciales de la tragedia de Armero. Se enfatiza la importancia de la gestión del riesgo, la consideración de la información geocientífica en el ordenamiento del territorio, la necesidad de sistemas de monitoreo volcánico, la importancia de información oportuna y veraz, y la consolidación de una cultura volcánica en el país. Estas lecciones han llevado a la creación de sistemas y políticas preventivas para proteger vidas y comunidades.