Por: William Fredy Palta

La realidad colombiana ofrece cada semana diferentes temas de discusión que transcurren tan ligeramente que uno hace olvidar los otros. El problema está que, en medio del bombardeo de información, estos sucesos marcados por el amarillismo y los sofismas de distracción nos hacen olvidar los problemas fundamentales que deben ser analizados, si queremos un cambio en nuestra realidad social y política. Es inevitable no hacer una referencia al tema que ha robado las noticias nacionales (menos los de la costa) y es el caso del “papi” Char.  Lo preocupante de este suceso es que la discusión se ha reducido a una situación de infidelidad.

Esto demuestra la doble moral con la que tapamos aquellos problemas relevantes de nuestra nación. Como es frecuente, la discusión se centra en la moral sexual que se impone sobre la moral social, ocultando lo verdaderamente relevante. En este caso, más que una preocupación por la moral sexual es el morbo, que enferma la conciencia social de nuestro pueblo. Centrar la atención en la vida íntima y sexual del señor Char es desconocer el cáncer que está carcomiendo nuestro país, que golpea con severidad a los más pobre y vulnerables de nuestra sociedad. En cualquier democracia sólida, este hombre debería, por lo menos, haber renunciado a su pretensión de ser candidato presidencial. La denuncia de la exsenadora Merlano es delicada, debe ser analizada con responsabilidad y seriedad, ya que la referencia que ella hace del señor Char tiene estrecha relación con su proceso penal.

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El caso por el que está condenada Aida Merlano no es un problema mínimo, es una situación preocupante que amenaza con repetirse. El fenómeno de la compra de votos y de las maquinarias corruptas siguen vivas. Ahora bien, sin justificar las acciones de la Exsenadora Merlano, sabemos que no es la única protagonista de esta novela y que no es el único caso, sino que esta es una práctica que se mantiene, situación preocupante ante la cercanía de las elecciones.

Sumado a esto, es muy triste que una Universidad en Cali,  se preste para validar estas acciones al  guardar silencio ante este escándalo de corrupción,  y  al no parecer poco, no solo le abre un espacio en su claustro, sino que deja en evidencia que le hace campaña abierta y descarada al convocar a sus funcionarios a un encuentro de carácter obligatorio con el señor Char, presentado  bajo el eufemismo de ser un político exitoso en la gestión administrativa en su tierra natal, lo que demostraría una validación de las acciones de este hombre, líder de uno de los clanes políticos más poderosos de la costa, que se encuentra en el ojo del huracán por las denuncias de la exsenadora Merlano,  lo que constituye una falta no solo moral, sino hasta legal, que le queda muy mal a una universidad de Cali, la ciudad que ha padecido las consecuencias de la corrupción y que ha sido la ciudad de la resistencia.

Este tipo de acciones es una práctica inmoral y corrupta en este juego de proselitismo político. La universidad debe ser la voz crítica y debe cuestionar, confrontar y castigar con los elementos que la democracia otorga a aquellos que quieren soportar sus propuestas políticas sobre la corrupción. Es menester indicar que también hay universidades que están haciendo un ejercicio de pedagogía electoral de manera responsable y seria. Por eso reconocemos el ejercicio que hace la Universidad de San Buenaventura- Cali, al organizar debates, diálogos y encuentros con los diversos candidatos y propuestas, lo que permite formar criterio en la ciudadanía.

Este es un ejercicio necesario desde la academia responsable socialmente con la formación de ciudadanos críticos y participativos. Otro caso muy sonado en medio de este morbo es el discurso del candidato Petro, después de haber ingerido alcohol, es claro que hay una acción que no estuvo acorde a la condición y situación, sin embargo, esto no se puede equiparar a otros escándalos que sí deben preocuparnos. El candidato del Pacto Histórico ha demostrado claridad en las ideas, además que ha tenido encuentros en el Vaticano y con empresarios y líderes políticos en España, que han hecho acumular puntos valiosos en una estrategia interesante en materia electoral.

Si se le quiere vencer electoralmente, debe ser con argumentos que confronten los presentados por el candidato Petro, y no recurrir a estrategias que están lejanas del debate democrático. Igualmente, han sido noticia los audios de la Senadora Cabal y del Candidato Zuluaga, ambos del Centro Democrático, que recurren a un brusco, triste y vulgar lenguaje para referirse al opositor político. Es preocupante estos discursos que demuestran mezquindad y violencia. Sin embargo, sumado al lenguaje grotesco y displicente pareciera que la estrategia es: “no importa que hablen mal, lo importante es que hablen”. Esa estrategia de estar sonando para posicionarse cuando las cifras en las encuestas no marchan bien, es un artilugio ya conocido, sumado a la propaganda sucia que empieza a surgir cuando se acercan las elecciones.

Lógicamente, pareciera que todo esto es para tratar de minimizar escándalos como la presión a ganaderos para votar por una candidata específica. Esta estrategia hace daño a la democracia y es un irrespeto a la ciudadanía. En este sentido, el llamado es a superar el morbo al que se quiere reducir las discusiones y problemas en la campaña electoral. Llevamos muchos años de padecer estas prácticas políticas que quieren esconder la corrupción y la violencia. Es claro que los acontecimientos violentos de los últimos días tienen como propósito incidir en el proceso electoral. Pero es la hora que en las urnas ratifiquemos nuestro deseo de vivir en paz. Revisemos las listas al Senado y Cámara para que podamos escoger a quién consideremos presenta los planteamientos con los que nos identificamos, porque recoge los ideales de vida digna que tenemos. Colombia se merece una nueva política, una democracia renovada y una sociedad donde reine la justicia y la paz. Esto solo es posible, si como ciudadanos superamos el amarillismo y nos comprometemos a elegir con responsabilidad y así, evitar seguir bebiendo ese coctel político, de corrupción, sexo y violencia que tanto daño nos hace.