La pandemia aceleró otro cambio de era en la historia de la humanidad y aceleró la nueva concepción del Estado. El mundo cibernético, en el cual no existen fronteras y el concepto de «estado de bienestar», es la nueva utopía de la raza humana.

Este innegable hecho se vive en forma diferente según el País. En los países nórdicos, donde ya existe «estado de bienestar», la tendencia es reducir las horas de trabajo, aumentar los impuestos para que el Estado pueda garantizar la educación, la salud y otros servicios públicos; el 61% o más de los ingresos del ciudadano se van para el Estado.

En los países en desarrollo, como el nuestro, esta nueva utopía se concibe como la negación de todo lo que existe y el reinventarnos de nuevo; se trata de negar todo; negar que tenemos uno de los mejores sistemas de salud del mundo; negar que tenemos cobertura del 98% en educación; negar que tenemos una democracia fuerte; negar que somos uno de los países del mundo que más acude a las urnas; negar que somos un país con instituciones fuertes y envidiables, como el Banco de la República y la Corte Constitucional; negar el avance que hemos tenido en la infraestructura vial y portuaria; en fin, se trata de un borrón y cuenta nueva.

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La razón de esta destrucción total de lo existente es la corrupción. La lucha contra la innegable corrupción da patente de corso para arrazar con todo. Se dice que no se ha hecho nada contra este flagelo. Nadie reconoce que los hnos Moreno están condenados a 30 años de prisión; que fueron condenados los del cartel de la hemofilia y que son las Contraloría, la Fiscalía y la procuraduría, las que han denunciado esos actos de corrupción. Sin duda, lo podrían haber hecho mejor, sino fueran tan politizadas.

La juventud criada y educada con medios cibernéticos concibe el mundo distinto al de generaciones anteriores. No busca acumular, busca disfrutar; no cree que el trabajo sea el camino para obtener beneficios. El Estado debe garantizar el bienestar; se nació para disfrutar no para trabajar.

En lugar de destruir todo, se podría poner pena de 50 años a los corruptos, sin beneficios penales, por ejemplo. Pero, estamos en la onda del negativismo y no hay razón aceptable distinta.

La comodidad buscada por los jóvenes, es una ambición loable; ojalá entiendan que no hay que destruir todo para lograrlo.

Ñapa: Recomiendo el libro titulado «NUNCA», de Kent Follett; debería ser de lectura obligada para colegios y universidades.