Mañana domingo el pueblo colombiano votará en favor de candidaturas progresistas para la conformación del congreso de la república, muy a pesar, de la existencia de aceitadas maquinarias que no aparecen en las mediciones, pero existen y han existido en la historia, cobraron mayor preponderancia como práctica recurrente, a partir, del frente nacional. Este remozado clientelismo se constituyó en la tabla de salvación de un régimen político que canceló el debate e instaló la componenda para la repartición del patrimonio público, pariendo consigo para mayor pesadumbre, un nuevo espécimen de políticos, aquellos que, parapetados desde Estado le descuartizan para su lujuriosa repartija y así, asegurarse su contrahecha existencia. Para semejante faena, no se necesita nada distinto que armarse de un serrucho afilado y, mandar a la trastienda el arte de gobernar concebido por los griegos y los filósofos políticos de los tiempos ulteriores. El congresista de hoy no se prepara para legislar, menos para parlamentar, apenas le resulta útil poner su curul al servicio del gobierno, así este sea tan inepto, vulgar y corrupto como el de Duque. Ser parte de la coalición del último gobierno uribista es razón suficiente para ser reprobado en las urnas.

Las mayorías de este congreso respaldó, en su momento, la abusiva y regresiva reforma tributaria que el pueblo sepultó en la calle, también aprobó sin pudor, la cruenta respuesta del gobierno a la legítima protesta de la indignación popular; estas vergonzosas mayorías alentadas por la corrupción, cerraron sus ojos ante las masacres de cientos de colombianos que levantaron sus voces en defensa de sus derechos vulnerados, estos congresistas permitieron el protervo propósito de destruir el acuerdo de paz pactado con las FARC, sin inmutarse, además, ante el genocidio de sus firmantes; estas mayorías parlamentarias renunciaron a su primordial atribución de hacerle control político a un gobierno que ahondó la brecha de la inequidad, que condenó a 21 millones de colombianos al hambre y que, por su vocación cobarde y guerrerista nos devolvió a un estado de guerra que espirábamos haber superado, este congreso fue cómplice del proceso de desinstitucionalización que vive Colombia, al escoger en los organismos de control a redomados agentes gobiernistas.

Esta clase política impertérrita sembrada en las sillas de capitolio, es la que tiene que jubilar el pueblo en las urnas el próximo domingo, lo tendrán que hacer los jóvenes de Colombia, el Partido Verde, el pueblo Liberal, El pacto Histórico y todos aquellos y aquellas que les duela este país. Estamos a punto de escribir una nueva historia, atrevámonos. Que este domingo sea el comienzo de una nueva era de paz, de democracia, de dignidad y de prosperidad. La promesa siempre incumplida de justicia social y democracia esta vez será posible. Salgamos sin miedo y reventemos las urnas que la historia está de nuestro lado.

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