El feminismo va mucho más allá de la idea de igualdad. Siempre debemos recordar que podemos hablar de feminismo desde aproximadamente el siglo XVIII —e incluso desde antes, ya que encontramos escritos sobre la igualdad de los sexos en el siglo XVII, como el escrito por Poullain de la Barre en 1673—. Esto no quiere decir que el feminismo no se refiera a la cuestión de la igualdad, o como muchas feministas insisten: “la cuestión de la equidad de género”, sino que se trata de un movimiento social y político —una ideología— que va mucho más allá de estos reduccionismos, tiene profundidad teórica, ramificaciones e intereses que se encuentran en constante cambio.
Otro punto a señalar es que la idea del feminismo como la mera idea de igualdad entre hombres y mujeres —en este sentido, igualdad ante la ley— es una definición coloquial que parte de lo que fue la Primera Ola del feminismo. Sin embargo, este movimiento tuvo una Segunda Ola, una Tercera Ola y hay quienes hablan de una Cuarta Ola. Reducir al feminismo a un simple sinónimo de igualdad es, incluso, una falta de respeto a todas las teóricas feministas. Es decir, lo que antes era sólo un movimiento social y político, fue paulatinamente convirtiéndose en teoría social —en tanto y en cuanto explica la realidad social desde una visión particular que no es propia de otras teorías— y ocupando espacios en el mundo académico.
Mi perspectiva parte de entender y reconocer esto en el feminismo. De entender también que la concepción de la realidad según el feminismo es cada vez más abstracta y subjetiva en medida que toma elementos del posmodernismo. Parte de entender que no es un movimiento posee muchas ramificaciones y, por lo tanto, existen distintas formas de entender al patriarcado y a la lucha “anti-patriarcal” incluso dentro del propio movimiento.
En síntesis, crítico al feminismo como teoría y por los siguientes puntos:
1) Parte de un paradigma errado, el paradigma de la opresión. Entiende que el mundo se encuentra dividido entre opresores y oprimidos, siendo estas categorías conceptos ambiguos que cada vez involucran más características y resultan difíciles de definir. Es un paradigma que no puede comprobarse.
2) Realiza una mala lectura de la realidad, como consecuencia del punto anterior, esto lo lleva a tener una hipótesis equivocada: se asume que la mujer en toda circunstancia es oprimida y se usa de referencia situaciones de violencia dirigidas a la mujer, pero en ningún momento se prueba que esa violencia sea fruto de su sexo/género, sino que se asume que esto es así, lo que paradójicamente es sexista y reduccionista de la violencia.
3) Posee demasiados debates internos, por lo que —incluso aunque hiciera una buena lectura de la realidad— no puede traducirse en políticas y acciones concretas, que puedan resolver los problemas que dice observar en la realidad. No hay propuestas concretas ni eficientes.
4) Utiliza conceptos excesivamente abstractos, difíciles de definir y que no tienen base firme: género, interseccionalidad, queer, trans, etc.
En conclusión, el feminismo se muestra ineficiente a la hora de analizar la realidad y estructurar políticas públicas que respondan a las problemáticas reales de las mujeres. No se trata ni de odiar a las mujeres, ni de estar en contra de sus derechos, ni de odiar a las feministas. Es una cuestión de simple sentido común y pragmatismo. Ya es hora de dejar en el pasado esa idea absurda de que el feminismo es intocable e incuestionable.