La normalización sólo produce indiferencia, y la indiferencia sólo genera la banalización de lo moral para la sociedad.

El 25 de marzo viajé a EE. UU. La emoción de planificar un viaje después de casi dos años no reducía en lo absoluto el sentirme totalmente desprevenida ante el choque cultural que viajar al extranjero siempre supone. Este viaje sería diferente para mí, en especial para la perspectiva que construí después de un año estudiando sobre cultura, política y sociedad. Sería diferente porque observaría detenidamente en qué se ha convertido aquel lado del mundo en el que todo se ha permitido, en el que la libertad dejó de ser acompañada por la verdad.

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La ciudad de Seattle es sorprendente, a nivel industrial, arquitectónico y artístico; sin embargo, lo más intrigante de su sociedad es la vulgarización de lo que significa ser un “aliado” o “justo socialmente”. Para sus habitantes, la búsqueda del bien común es izar la bandera “antirracista LGBTQ+ trans-incluyente” y desviar la mirada del indigente en la calle.

Es más inclusivo defender a un colectivo que discrimina, silencia, impone e ignora, que escuchar a quien cree erradamente que la integralidad de su identidad puede resumirse en su orientación sexual o lo que ha “creado” por las heridas e ideas equivocadas de sí mismo.

Su supuesta “justicia social” es priorizar el odio a su nación y a la historia que la configuró. Es una sociedad en la que lo importante es antagonizar y dividir, en lugar de conciliar y buscar lo trascendente para todos.

Lo verdadero es que, NO es “justicia social” aquello que resguarda más el cumplimiento de una agenda que la protección de la dignidad humana. NO es “justicia social” promover la falsa “transición” de sexo y la caricaturización del ser “mujer” o ser “hombre” cuando el 90% de los pacientes después de realizarse una cirugía de reasignación de sexo tienen al menos una psicopatología que no pudieron aliviar (según el estudio del Departamento de Psiquiatría de Case Western Reserve University 2009). NO se puede ser un “aliado” si la única bandera que respetas es la de un lobby a costa de la salud y el bienestar de tus compatriotas.

En la grandeza de esta ciudad sus habitantes han decidido retroceder en el tiempo y profundizar las etiquetas que tanto quieren eliminar, intentan “disimular” la existencia de los enajenados en las calles. Cambiaron la defensa del Ser y su integridad por principios vacíos para callar a sus conciencias.