Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL
Cuando en 1971 mi novela Cóndores fue premiada en Manacor tuve un hada madrina a su lado, quien a más de ser la encargada de hacerme llegar la noticia a la fría y distante Pasto, se volvió extraoficialmente como mi representante: Pilar Narvión.
La había conocido en mis iniciales pasos literarios en España cuando participé en el Premio de La Felguera, donde ella ocupó el primer puesto y yo el segundo. Por carta de estampillas y correo aéreo habíamos ido construyendo una amistad por correspondencia y cuando el premio nobel Miguel Ángel Asturias pronunció mi nombre y el de Cóndores no entierran todos los días como ganadores del premio en las Baleares ,ella asumió su oficio de hada madrina.
Me consiguió que la novela fuese editada por Destino de Barcelona. Me abrió las puertas para que en el diario Pueblo de Madrid, donde fungía de subdirectora, me hicieran tamaño reportaje y que sus amigos periodistas de otros diarios de aquella España franquista me comentaran elogiosamente la novela.
Seguramente si ella no hubiese realizado con tanta diligencia y tanto cariño ese oficio, mi obra habría tenido que esperar el fin de los tiempos para ser reconocida y llevada a los altares donde hoy la estudian y dizque la veneran. Ella, nacida en Alcañiz, en la provincia del Alto Aragón, era la periodista más aplaudida y leída de su tiempo.
Habilísima para saltar los matojos de la censura que ordenaba el gobierno del generalísimo Franco, se la distinguía como una mujer de armas tomar y de una soltura en el lenguaje de sus textos que hacía recordar a Emilia Pardo Bazán. Lo sería más aún cuando tuvo papel casi de consultora del recién coronado rey Juan Carlos. Y escribiría la mejor de sus historias cuando el asalto en 1981 del coronel Tejeiro, pistola en mano contra las Cortes Españolas, pues ella se encontraba sentada en las sillas de los periodistas y midió con su pluma y su mirada sin igual cada uno de los gestos de los actores de esa zarzuela vuelta golpe de estado.
Recia,contundente en sus afirmaciones, culta como el que más, sabía en sus apreciaciones, vigorosa en la amistad, Pilar terminó siendo la gran responsable del comienzo lujurioso de mi vida literaria.
Hoy, 30 de marzo, al cumplirse los 100 años de su nacimiento, Alcañiz y Aragón le rendirán homenajes programados de antemano. Yo, en lejanía, colocaré una brillante corona de flores ante la estatua del tamborero de Alcañiz, el símbolo con que se identifica su pueblo natal, y que preside el jardín de mi casa de El Porce, recordando en una placa de mármol a quienes me visitan la eterna gratitud que guardo por esa mujer excepcional, la que aspiro mis lectores y oyentes entiendan y compartan.