Muchos hemos escuchado cómo ciertos economistas piensan y/o toman ciertas medidas creyendo solucionar, beneficiar a ciertas personas pero se ignora a un tercero. Lo interesante de esto, es que se marca la diferencia entre un buen economista y un mal economista. El primero mira más allá de lo que se ve y el otro, toma en cuenta lo primero que nota.
Esta falacia es mencionada primeramente, en 1850 por Frederic Bastiat, quien escribió un ensayo en el que explicó la falacia de la ventana rota. En ella puso de manifiesto que, en economía, lo más dañino es lo que no se ve. Para contarlo de forma resumida este daba un ejemplo de que en una sociedad ficticia un niño rompe el cristal de un comercio. Rápidamente, una serie de expertos se lanzan a promulgar las bondades de este acto. El comerciante deberá comprar otra y eso beneficiará al cristalero, a la producción, al empleo y al crecimiento económico. Pero Bastiat explicó que en economía el efecto más dañino es el que no se ve…
Este legislador y economista francés ponía el ejemplo de ese sastre al que el comerciante no podría comprar un traje nuevo. El dinero, que es un bien muy escaso, debía usarlo para arreglar la ventana. Esto era más urgente. Sin embargo, el efecto positivo sobre ese sastre pudo haber sido muy superior al del cristalero, ya que no partía de una destrucción previa. En definitiva, lo más probable es que la sociedad (en conjunto) hubiera tenido una pérdida, en concreto el valor de una ventana rota. La destrucción inútil nunca es un beneficio.
En la pandemia, sectores como el tecnológico están experimentando un crecimiento sin precedentes. Las relaciones virtuales han crecido en importancia, superando las previsiones que existían antes de esta crisis. A nivel personal, las videoconferencias se utilizan frecuentemente debido a la cuarentena. En la relación laboral se habla del teletrabajo o la telemedicina como sistemas que han llegado para quedarse.
Por tanto, estas empresas parece que acabarán beneficiándose de esta situación. Por supuesto, las que permiten compras online o gestionan servicios de comida a domicilio también estarían incluidas. No pueden faltar las grandes de la distribución alimentaria. Entre otras tenemos a Amazon, Uber Eats, Alibaba, Carrefour… Curiosamente, vemos que prácticamente todas son grandes corporaciones multinacionales.
Siguiendo con la falacia explicada por Bastiat, estos serían los cristaleros. Esta parte de sus ventas, proviene de un accidente. Un virus (COVID-19) ha roto una ventana y hay que arreglarla, porque en este caso son vidas humanas y eso es lo primero. Estos grandes beneficiados, por supuesto, están generando hoy mucho empleo y riqueza. No parece tan malo ¿verdad?. No lo sería si hubiera dinero para todos y no es el caso.
La economía es la gran olvidada en el sistema educativo. Muchos siguen creyendo que el Estado puede darle de forma ilimitada a la «máquina de hacer dinero» y que antes estamos nosotros. Sin embargo, esa deuda se acaba pagando con más paro, menos prestaciones. más pobreza y esto no ayudará a salir adelante.
Este coronavirus (porque ha habido otros), llamado COVID-19, nos ha puesto en una tesitura. ¿Debemos invertir en tecnología e «Internet» para todos» o dedicar los esfuerzos a ayudar a los establecimientos hosteleros? ¿Debemos aprovechar la ocasión para lanzar ese «Green Deal» o pacto verde que propone Europa y así aprovechar para «parar» este turismo masivo que tanto daño está haciendo al medio ambiente?
Hay sectores que están ganando dinero por una epidemia que pasará. Pero no sabemos si esa riqueza ha venido para quedarse o es una burbuja que se desinflará más tarde. El sector de la restauración puede suponer de nuevo riqueza y empleo. Como en la falacia de la ventana rota, el otro, el cristalero obtiene su ganancia de una destrucción previa, pero no así el sastre. ¿No deberíamos preocuparnos también de este último?.