Uno de los más grandes avances de los últimos años, casi igual al celular y al inodoro con chorrito para lavar bien el culito, es para mí y espero que ustedes estén de acuerdo, la eliminación casi total del martirio masculino de siglos, llamado zapatos de material.

Desde niño recuerdo lo conflictivo de la compra de mis zapatos, para un pie ancho de empeine alto, algo así como una empanada Chilena con dedos.

En Palmira, en la esquina de la casona de mi abuela Tulia, quedaba la zapatería Alpida; hacían los zapatos sobre medida; eran realmente muy duraderos, lo enterraban a uno primero que a ellos, pero, espantosamente duros, pelaban los pies no más con verlos. Mi padre, el «Ronco Becerra», decía que debían taparse los ojos cuando pasaran por el frente de Alpida, para que no les dieran callos en los ojos.

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Por fortuna, también había zapatos tenis (zapatillas) marca Croydon; se compraban en Cali, en el edifico de Avianca, ubicado a la orilla del Río Cali, en el Puente Ortiz, frente al Batallón Pichincha; blancos, azules y negros; nada de colores maricones como ahora. El problema era que, uno solo usaba tenis para jugar; no se permitía usarlos a diario, ni para ir al colegio; solo los días de Educación Física. Ahora se usan con smoking y sin medias (gracias a Dios que mi abuela no vio eso).

Coetáneamente también nos poníamos zapatos Cauchosol; de material de cuero, con suela de caucho dura; daban pecueca desde el momento de la compra; pecueca perenne; no se quita ni con el trasplante del pie. En estos días que fui al baño turco del exclusivo Club Colombia, descubrí quiénes habíamos usado zapatos Cauchosol; lo deduje por el ácido característico de la pecueca de esa marca.

Aparecieron luego los mocasines; zapatos cerrados, sin cordones. Para quienes tenemos empeine alto, un verdadero martirio chino, reductor de pies; se ponían con medias gruesas blancas, que servían para apretar más y para que la ampolla fuera más grande y dolorosa.

Ahora, gracias a todos los dioses, desaparecieron, ojalá para siempre, los zapatos de cuero o material que llaman. Todos son de material flexible, plantillas de caucho abullonadas y totalmente diseñadas para amortiguar la pisada. Se siente más un mozo escondido en un closet que esos zapatos; amén, de que tienen la ventaja que uno se los puede poner con cualquier traje, incluso de ceremonia.

No puedo terminar sin hablar de los guayos para jugar fútbol. En nuestra lejana juventud, se compraban en el Centro de las ciudades; eran de cuero negro, con una lengüeta, tipo Mario Fernando Prado; los cordones eran largos y anchos; se demoraba uno media hora en amarrarlos. Los taches eran pegados con unos tornillos que pelaban por dentro y rayaban por fuera: Un arma de alta peligrosidad, puesta en los pies de menores de edad; se ponían con doble media, para amortiguar patadas. No me explico cómo podíamos jugar con esos carramplones. Otro día hablamos de los balones Soria #5 que, cuando estaban mojados era como darle a una piedra.

Ñapa: Lo grave de esto es que, han desaparecido los emboladores o lustrabotas; los sicólogos populares de antaño, sabían más que una esposa; si uno quería que un bochinche corriera a la velocidad de la luz, bastaba contárselo a un embolador. Recuerdo que, cuando fui gobernador, mi primera cita era con Pelé, el embolador de la Plaza de San Francisco; por él sabía todo y, a través de él, también me defendía de los infundios.