Una dura prueba para Colombia

Colombia eligió un presidente entre 2018 y 2022, Iván Duque Márquez, que no estaba preparado para gobernar. No es tarea de esta columna decir si fue bueno, regular o malo. A éste, le tocó enfrentar una situación atípica como la pandemia de Covid, que generó también la falta de recursos estatales, detrimento económico, que a su vez trajo un inusitado crecimiento de la protesta social que fue aprovechado por la izquierda. Le acumularon una cuenta de cobro, sólo a él, (a Duque) de todo lo que hicieron, o dejaron de hacer sus antecesores. La reforma tributaria Carrasquilla, planteada en un mal momento, fue la chispa que levantó un gran incendio que sigue ardiendo.

Hoy traemos un resumen de las probables debilidades de los candidatos presidenciales de cara a una opción de elegir, poniendo de presente que se debe escoger con parámetros de capacidad para gobernar, seguridad en la institucionalidad y en la respuesta a los temas sociales urgentes como un 42% de niveles de pobreza que no serán solucionados en cuatro años. Esta vez, la bandera agitada no es la de la paz, sino el desempleo, la salud, la inseguridad en centros urbanos, la corrupción y una polarización acentuada de extremos, con odios enfermizos contra todo aroma a Petro o a Uribe, pero paradójicamente al centro no le funcionó la mecha de su cohete. Y todo indica que de un extremo saldrá el ganador. Lo que se trata es que no se vuelva a elegir un nuevo inexperto. La guerra es tanta, que hace poco apareció una valla polémica en favor de Fajardo y en contra de ‘Fico’ y Petro. De estos dos puede salir el presidente, pero en una muy apretada carrera.

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Fico’ Gutiérrez: es poco conocido, siendo tal vez su único talón de Aquiles, sumado esto a su poca experiencia en lo público produce incertidumbre, aparte de haber sido alcalde de Medellín; sus propuestas son muy superficiales y tiene una respuesta parca a toda necesidad, sin explicar cómo lo haría; por eso hay a flor de labio una contestación genérica a muchos de los temas. Se le critica sus reiteradas e innecesarias referencias al candidato de la izquierda. Debe explorar mucho al sector de los indecisos para convencerlos de votar por él. Se le señala, como si fuera un pecado, por mera sospecha, de ser el candidato de Álvaro Uribe. Busca unir a todos los partidos que por tradición han estado en los gobiernos de turno. Dicen que sería más de lo que siempre ha pasado en los mandatos anteriores.

Gustavo Petro: trae propuestas trasnochadas de la izquierda venezolana; apoyado por Comunes, el actual partido de las Farc. Fue pésimo alcalde de Bogotá, con una ejecución bajísima, demostró ser mal administrador, más del 75% de sus promesas fueron incumplidas. Plantea, aunque lo niegan sus adeptos, tumbar: pensiones, extracción de petróleo, propiedad privada. Propone acabar con el sistema de salud, por uno nuevo que es dudoso, además de otro cúmulo de propuestas irrealizables, como declarar una emergencia económica. Todo estas exposiciones nunca han funcionado o son inviables. Su pasado en un grupo armado ilegal y la cercanía, además de Farc y el ELN, deja serias dudas al elector. Además plantea veladamente la amenaza de reformar la Constitución para reelegirse indefinidamente. Su forma de hablar denota soberbia, sobradez, al creer que ya es el ganador de estas elecciones. Su fórmula afro le resta mucho más de lo que presupuesto ganar. Es considerado un peligro por el cambio de modelo que plantea. Está acompañado de viejos mañosos de la política que antes cuestionó, como el Partido Liberal al cual coquetea sin pudor. Pero habla y seduce, porque eso lo hace bien, siendo mal ejecutor como fiel representante de la izquierda. No obstante, todo pasará por el meridiano Petro porque es un jugador importante, sin decir que sea bueno.

Ingrid Betancourt: Nunca ha administrado lo público, como ciudadana, más francesa que colombiana, vive alejada y desconectada de la situación nacional, esto tal vez fue provocado por su prolongado secuestro por las Farc. Además de haber sido congresista; no se sabe de otras ejecutorias y exhibe una superioridad moral hostigante y unas posturas hipócritas, porque nunca expone lo que realmente piensa. Se le nota débil, imprecisa, desconcertante, impredecible y no genera seguridad. Eso sí es una segura derrotada, sin influencia alguna, que cada cuatro años aparece como heredera que nunca ha visitado al fallecido.

Rodolfo Hernández: despalomado, trompadachín, sin freno en la lengua, que no fue tan buen ejecutor como alcalde de Bucaramanga, como él mismo lo pregona. La gente lo percibe poco serio, lo catalogan como un personaje folclórico, charlatán y nada preparado para gobernar al país. Su propuesta se reduce a «quitarle la chequera a los corruptos» y hablar reiteradamente contra la corrupción, pero jamás ha dicho cómo lo va a hacer. No tiene propuestas serias en lo económico, empleo, salud y seguridad. Expresa que para ser presidente y manejar las finanzas, todo se reduce a saber sumar y restar. Es una de las peores apuestas que hay en la baraja, sin conexión, que sólo se pronuncia por Internet.

Sergio Fajardo: su discurso político envejecido se centra en el fomento de la educación (alguna vez emocionaron las palabras que pronunció sobre eso), tema bueno pero insuficiente, que repite como disco rayado, sin producir otra sensación que es lo mismo de siempre. Sabe que su ejercicio terminará en la primera vuelta y por eso ha hecho un rediseño de campaña que se llama «la remontada», pero perdió el foco del centro, donde podría tener su mayor número de votantes, que lo ha leído como un candidato disperso, más actuado que espontáneo, con una sonrisa forzada, lo cual le resta credibilidad. Esta segunda versión de Fajardo es peor que la primera. Lo pudo haber hecho mejor, pero no fijó límites territoriales y dejó un potrero baldío, vacío y desolado.

John Milton Rodríguez: No tiene posibilidad alguna de lograr su objetivo, por su tinte de fanático cristiano, con demasiadas cargas doctrinales histriónicas, que la gente no recibe de buena manera. Además, le hizo mucho daño el conflicto interno en su partido Colombia Justa Libres, para adquirir el aval, al haber sido acusado de propiciar una asamblea amañada en su favor. Este litigio lo apartó de la coherencia que debe tener sobre lo que predica y la mala imagen que arrastra en esta campaña, que trae desde su iglesia Misión Paz, en Cali, por el alboroto que ha desatado el recaudo de sumas millonarias de diezmos y ofrendas a través de datáfonos, cheques y la utilización de carros de valores para transporte del dinero de cada servicio de culto.

Luis Pérez: Apareció en el último debate con un vestido lleno de colorido como un cartel de lucha, con planteamientos exóticos. Una sola buena, bajar el IVA al 6%. Pérez, es uno de los más débiles de todos los candidatos, pobre en ideas y votación. Casi insignificante; sólo conocido en Antioquia, que está haciendo un ejercicio raro, sabe que no tendrá éxito, pero terminará al lado de Gustavo Petro. Cayó muy mal su loca propuesta de cambiar el escudo de Colombia por el de una hoja de canabis. Se le nota la maldad al hablar con cierta picardía y sus formas de la vieja politiquería que ya no tienen cabida. Es un espectador más de esta contienda.

Enrique Gómez Martínez: prácticamente desconocido, incluso tuvo que rogar para que al menos lo invitaran a los debates que hacen los grandes medios para hacerse notar. Tal vez un mal aspirante, sin cálculo político, pero solamente por no tener votos, pero sí muy serio, juicioso, aterrizado y con buenas propuestas que las explica de forma clara. Con Gómez Martínez, hay más candidato que respaldo popular.

La gente decide en este gran partido nacional electoral, que tiene dos tiempos, porque es seguro que ninguno tiene la fortaleza de dar el nocaut en el primer asalto.