Gardeazabal

Por: GUSTAVO ALVAREZ GARDEAZABAL

La campaña presidencial que estamos viviendo corona un proceso que se inició en 1988 cuando fuimos elegidos los primeros alcaldes como anticipo de la Constituyente de 1991, que modificó la estructura política del país.

El que en este momento, 31 años después, los candidatos sean 5 antiguos alcaldes y uno más que compite por la vicepresidencia, obliga a plantear la posibilidad de aceptar que la elección popular de alcaldes sirvió como conducto normal para decantar colombianos con capacidades, aunque también abrió las fauces al monstruo de las cooperativas fantasmas de contratistas, que terminaron por desmoronar los partidos políticos y convirtió las batallas electorales en contiendas uninominales, lejanas a ideologías de grupo o identidad en comportamiento.

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Para solucionar ese problema que carcome la estructura de la república con la corrupción más feroz que nunca antes se haya desatado, los manejadores de titulares y los otrora dueños del poder, aspirantes a no quedar desbancados, prefirieron dividirnos en derecha, izquierda y centro y cuando hizo falta la imaginación, en los nadies y las nadies. Por supuesto, como en este país las cosas no se llaman por su nombre, la campaña presidencial no ha girado, como debía ser, sobre el balance de las gestiones de gobierno de los 6 antiguos alcaldes sino en guevonadas que sembrando pánico o ahondando divisiones clasistas alejan al país de conocer quien verdaderamente puede gobernarnos.

No se abre entonces el debate sobre cual fue la actitud de los tres exalcaldes de Medellín que participan, sobre Hidroituango y nadie valora la responsabilidad que le cabe a Fajardo en la promoción de ese monstruo, o a Fico en su silencio complaciente dejándolo seguir adelante o la valentía de Luis Pérez denunciando en sendos libros los errores constructivos de la obra. Menos que se pone sobre el tapete de las discusiones todos los documentos sobre la herida presupuestal y equívoca de las fundaciones fantasmas que patrocinó Petro siendo alcalde de Bogotá y que están compilados en el valiente libro de Nicolás Gómez y Felipe Rodríguez que pocos leen.

Salvo el bofetón que el exalcalde Bucaramanga le pegó al músico concejal, nadie juzga las actuaciones de Rodolfo como burgomaestre ni las ponen en debate. Tampoco alguien se atreve a juzgar como buena o mala la actuación del médico Lara en la alcaldía de Neiva y no se discute su posición frente al contubernio de la construcción del estadio Plazas Alcid de esa ciudad cuando él era alcalde.

La bandeja está servida para una verdadera escanografía de las maneras demostradas de gobernar de los candidatos, pero de eso no se habla ni cuando ellos mismos se ven las caras en los debates porque entre bomberos no se pisan las mangueras.