Ambos países tienen mucho en común en su historia, en su economía, problemáticas sociales, tema de las culturas ancestrales, movimiento estudiantil, desempleo; pero también, el tema de la memoria histórica del fascismo y un acuerdo de paz a medias.
En lo económico digamos que de Chile llegó el modelo de servicio de salud y de pensiones. Chile es el principal inversionista latinoamericano en Colombia en estos últimos años y para ejemplo tenemos las cadenas Jumbo o Falabella, servicios de salud, agroindustria, servicios de informática, servicios financieros y, ha empezado el sector energético y turismo. Son más de un centenar de firmas con presencia en Colombia, que hace años hicieron entrada y tienen en grupos empresariales como LATAM, Parque Arauco, Sodimac, CCU, Banmédica y Olmué, su avanzada solo detenida por la pandemia.
En la política de Chile ha existido una influencia en el accionar de las protestas sociales que repitieron el esquema de protestas del país austral en 2019-2020. Uno revisa la prensa chilena y la colombiana y se puede confundir salvo por los colores de las banderas nacionales. Es el mismo guion: actores, motivos, acciones – derribo de estatuas, hacer del transporte público un objetivo, escalada de violencia-, los fines iguales; las respuestas del gobierno también y una clase política inmovilizada, desde todos los espectros políticos.
Solo una diferencia: los chilenos lograron llegar a una constituyente y en paralelo un gobierno de izquierda, en Colombia nos acercamos a unas tensas elecciones que pueden darle continuidad a estas similitudes que son deseadas desde los dos líderes de la izquierda: Gabriel Boric en Chile y Gustavo Petro en Colombia.
En ambos países es posible, solo posible, que tengan presidentes, con un mismo plan de gobierno: salud y educación pública, reforma del sistema de pensiones, cobertura sanitaria universal, aumento del salario mínimo, son unos de los proyectos de cambios anunciados por dos liderazgos que siendo de izquierda tratan de desplazarse al centro para bajarle presión en dos países profundamente polarizados.
Para cada equipo de gobierno, pensando que gane en Colombia la opción del Pacto Histórico – pero igual si gana la opción de centro derecha-, se enfrentan a un contexto adverso ya que después de un crecimiento de alrededor del 11,5% el año pasado en Chile y del 10%,6 en Colombia, se prevé que el producto interior bruto (PIB) tenga un decrecimiento marcado por la inflación y el efecto de la guerra en Ucrania. Esa cuenta se la cobraran a estos gobiernos.
Por otra parte, ambos deben tranquilizar al empresariado y la banca, a los inversores extranjeros para evitar estancamiento o fugas como las que vemos en Chile y se comentan en Colombia.
Sin duda los cambios que millones han escuchado y desean tendrán que escuchar tempranas advertencias de postergaciones como las que ya ha dicho el presidente chileno: «no se podrá hacer todo al mismo tiempo». Y es que entre campaña y realidad siempre hay un margen de fantasías y de realidades.
Esperemos si la chilenización en la política colombiana se verá en la paridad del gabinete, en la conformación de una nueva generación de políticos acompañados de otros con experiencia y credibilidad.
Esperemos si la misma vehemencia de las protestas será igual en las necesarias negociaciones en el Congreso con las bancadas de centro y derecha para gobernar. Habrá que ver si miran adelante y no al espejo retrovisor. Ese es el reto de toda democracia en el mundo.