Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL
En este país hacía mucho tiempo que un general en ejercicio de las Fuerzas Armadas no alcanzaba notoriedad. Subyugados y obedientes a la Constitución, se olvidaron las esperanzas militaristas que en el pasado pusieron en oficiales como Ruiz Novoa o Valencia Tovar. Y, desde cuando Rojas Pinilla, en 1953, pasó del generalato a la presidencia de la nación en un golpe de estado que hasta alcanzaron a llamar “golpe de opinión”, las miradas del grueso público hacia los militares como gobernantes fueron desapareciendo.
Como además la moda de los uniformados al poder en otros países de América Latina se fue olvidando y las democracias reemplazaron con las urnas el temor a los fusiles, en Colombia donde el Ejército debía batallar por 50 años o más contra las guerrillas y después, obedeciendo a los Estados Unidos, contra la producción de cocaína ,que consumían y siguen consumiendo los gringos, se olvidó casi por completo la opción de los militares.
Pero desde cuando el gobierno de Duque fue evolucionando de esclavo de Trump y enemigo de Biden a ser exactamente lo contrario y las mentiras de la Casa de Nariño y el mal gobierno dejaron crecer el descontento popular y se manejó pésimamente la pandemia y, peor aún, no se acertó enfrentando las barricadas que nos llevaron al dañino paro nacional, un cada vez más creciente sector de la población ha comenzado a buscar, como aguja en el pajar, la opción militarista para poner orden en la locura en que estamos cayendo.
Como este país es tan singular, parece que tanto unos como otros, han resuelto en los últimos días crecer al General Zapateiro. No ha sido, como podría haberse hecho, por un juicio a las actuaciones del Comandante del Ejército en la llamada “Batalla de Siloé” donde intervino a medias y sin mucho respaldo presidencial en el desalojo de los insurrectos del Paro en Cali, sino porque Petro lo ha elevado en discusión pública al carácter de responsable de las actuaciones de por lo menos los inexplicables hechos del Putumayo y el presidente Duque ha salido a defenderlo entronizándolo y atacando obviamente a Petro.
Inmediatamente han llovido arengas patrioteras de los militares retirados, apoyos de la ultraderecha que huele la derrota en las urnas y, peligrosamente, están surgiendo en forma precipitada fantasmas de intervención militar camuflada en el debate electoral. Ha sido todo tan demasiado vertiginoso por lo que al menos debemos sospechar de para donde quieren llevarnos.