Colombia, tras algo más de 50 años logro unos acuerdos imperfectos – como es la vida -, de paz. El gobierno hizo un referendo creyendo, como es lógico, que las mayorías estarían a favor. Pasó lo que pasó, y ganó el NO, pero aquí estamos.

Chile luego de las protestas sociales de 2019 y 2020 logró llegar a una constituyente que enfrentará el pasado y mirara al futuro con el mejor deseo de ser incluyentes, plurales y verdaderamente democráticos. El 4 de septiembre habrá referéndum para validar tan importante esfuerzo democrático, pero, todo hace ver que pasará lo mismo que en Colombia y el NO gane y es que más allá del deber ser, están las mayorías que al final votan.

Cierto es que la manipulación y la fuerza de los medios contrarios a ambos procesos hicieron y siempre harán su labor. Ese es el derecho a la libertad de expresión al igual que los que defendemos la paz y la democracia haremos lo mismo en la otra dirección. El ciudadano o soberano, vota y las mayorías deciden. El resultado no es por unas mayorías ignorantes o desechables, tal mirada elitista es la menos políticamente correcta. El juego de la democracia es de mayorías y argumentos que se mueven entre las emocionalidades y la racionalidad. En Colombia y en Chile faltó pedagogía, educación en la dirección de los promotores de ambos procesos.

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Mirando hacia delante Chile se mueve en dos direcciones – y Colombia también -, unas fuerzas mayorías de izquierda van por una constituyente que enfrentará una sociedad polarizada. El rechazo del texto dejará políticamente conmocionado al país y al gobierno. Será el triunfo de contrarreforma. Y es que los aires de los primeros años de los 70 con Allende llenos de euforias y utopías tropezó con la realidad económica, cultural y global que hoy.

Lo que sucede en Chile está detrás de las puertas en Colombia en esta campaña política cuando se critican los órganos legislativos, judiciales y se debate se sea más incluyente ante lo pluriétnico.
En ambos países, el gigantismo e incapacidad de los aparatos legislativos y de justicia son muy evidentes, además de que socialmente las inequidades y las exclusiones son marcadas.
Por otra parte, en el espíritu ambientalista y de un regreso a la “madre tierra” el pensamiento progresista se adentra en la idea de una nacionalización del agua y otros recursos naturales en un interés de preservar el entorno. Eso está muy bien, pero el viejo dilema entre “civilización y barbarie” que tan exquisitamente señalaron Sarmiento y Rómulo Gallegos levanta alarmas en los latifundios y pragmáticas empresas de ambos países.

En ambos países, profundamente conservadores y racistas, las tesis políticas del derecho al aborto, la inclusión, la paridad, lo indigenista, el ambientalismo, un nuevo sistema de pensiones sea en la constituyente chilena como en los discursos de campaña colombiana, está creando desde la diversidad ideológica una unidad negativa contra un gobierno en funciones en el caso chileno y una campaña política que lidera en Colombia la contienda electoral.

Es mucho en un solo paquete “navideño” para las mayorías de cada país y de ahí, que la pedagogía y no las consignas tengan un mejor lugar en la comunicación masiva.