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A un año del 28A…
Ayer se cumplió un año de aquella irrupción causada por un desacuerdo social en contra del Estado, donde los colombianos salieron a las calles a marchar.

Desde ahí, Colombia genera una trascendencia de reclamación de derechos por parte sus protestantes y la desconfianza hacia el Estado se maximiza, esto genera, cada vez más desaciertos y se empiezan a desprender numerosas manifestaciones, que ocasionan violencia y vulneración del orden público y de los derechos humanos.

Después de algunos días, el Paro Nacional tuvo un contraste sobre su esencia inicial, se reconoce el paso hacia una marcha de violencia exorbitada, donde mueren más de 80 víctimas del agravio, fue un fenómeno de propuesta que irrumpió la vulnerabilidad de la ciudadanía, como de la fuerza pública.

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Esta semana también cumplen un año las víctimas.          Por supuesto que sigue presente el dolor de cada familia que tuvo víctimas en el marco de este conflicto, acordémonos que muchos casos se quedaron impunes, porque el Estado no dio aceptación ni reconocimiento de ellos, la vergüenza y la mala imagen que deja el gobierno por esquivar cualquier tipo de investigación sobre estos casos de violencia y todo lo demás que se desencadena a raíz de la “protesta” nos deja mal establecidos frente a otras instituciones, incluso con el resto del mundo.

A un año de aquel suceso, algunas ciudades del país no pasan por alto esta conmemoración y presentaron movilizaciones, bloqueos y hasta disturbios durante el día del 28 de abril.

Colombia, un año después.
Para hablar de cómo se encuentra el país a un año de la irrupción social, se destaca que algunos asuntos puntuales han sido tenidos en cuenta, en temas de educación, salud e intención política participativa.

Algunas de las causas que concluyeron el paro, en solicitud a lo que era la renuncia del Presidente Iván Duque, la del Ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla y la del General del Ejército Nacional, Enrique Zapateiro, como también la intención puntual del retiro de la Reforma Tributaria, entre otras, siguen vigentes; lo que siembra una esperanza y genera una gran expectativa en las próximas elecciones presidenciales.

La rabia, el desconsuelo, la expectativa o hasta quizá la esperanza, evidencian estas elecciones presidenciales como una de las más equilibradas en la participación política ciudadana en Colombia, el país se ha venido fluctuando en un 56.52% de la intencionalidad del voto, cifra desgarradora comparada con el crecimiento del censo electoral.
Es la ilusión y la expectativa por el cambio de gobierno lo que convierte al pueblo colombiano en un nicho de esperanza hacia su futuro mandatario.