Hoy 15 de mayo se celebra el día del maestro, una oportunidad para reconocer exaltar a las personas que han escogido esta opción de vida. Todas las profesiones son posibles gracias al trabajo de este grupo de seres humanos que lo único que tienen de extraordinario es la capacidad para asumir grandes desafíos y amar hasta el extremo. Bueno, también son extraordinarias las deudas y las vicisitudes sociales, económicas y políticas con las que se enfrentan cada día.

En una fecha como hoy, aparecen en redes mensajes de todo tipo, desde frases como cumplidos, que repiten frases y lugares comunes, hasta los mensajes sinceros que valoran a quienes nos dedicamos a esta labor. Pero en el resto del año, cuando se apaga la música y la euforia de una lánguida celebración, se experimenta la soledad social en la que habitan los maestros y maestras.

La importancia de los maestros y maestras radica en que constituyen uno de los pilares de la educación, por lo tanto, del desarrollo y el bienestar de una comunidad. No hay territorio donde no haya llegado la palabra y la enseñanza de un maestro. No hay camino, ni trocha que no se haya recorrido. Ni la montaña más alta, ni el terreno más agreste ha sido obstáculo para hacer que su existencia haga presencia de proximidad en cada comunidad, y que pueda arrancar una sonrisa de las miradas inocente de los niños y niñas. Incluso hay lugares donde la fuerza pública no llega, pero si hay presencia de un maestro que, superando las inseguridades y las amenazas de los enemigos de la paz, trabajan para construir escenarios donde se permita soñar con un nuevo amanecer.

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Autobuses, jeepetos, caballos, chivas (buses escaleras), burros, lanchas, canoas, cables de canopy o sencillamente sus pies son los medios que usan los maestros y maestras para llegar a cumplir con su sagrada tarea de educar, que no es transmitir contenidos, sino compartir su existencia y forjar una nueva humanidad. El maestro es artesano de la justicia y la paz. En ocasiones somos la única presencia del Estado en los territorios, aunque el Estado se olvide de nosotros.

En los sectores urbanos los maestros y maestras también afrontamos situaciones que ponen a prueba, no solo la paciencia, sino la misma existencia. Quienes trabajan en sectores privados experimentan la humillación y la incertidumbre. Juegan con la necesidad laboral de maestros y maestras, hay explotación y vulneración de derechos, junto a las precarias condiciones salariales y la inestabilidad laboral.

Exigimos que los acudientes de los estudiantes a nuestro cargo estén presentes en las reuniones a las que se les convocan, pero los hijos de los maestros y maestras experimentan la ausencia de sus padres y madres en las reuniones. Es la tía, la abuela o incluso la vecina quien acompaña a los hijos de los maestros en la clausura, porque ellos deben estar alistando todo para la clausura de su grupo. Triste paradoja, donde la necesidad laboral obliga a sacrificios familiares.

Sin duda alguna, y superando algunos mitos, en el sector oficial no todo es color de rosa, también somos privados, pero de recursos, internet, tiza, marcadores, y en algunas sedes padecen grandes limitaciones, pero eso no es obstáculo para que los maestros y maestras puedan sacar a relucir toda su creatividad para superar todas estas necesidades. Tanto en el sector privado como en el público el maestro está sometido a las dinámicas sociales y políticas del país, incluso hasta es instrumentalizado por los gobiernos de turno.

Han sido pocos los gobiernos quienes han reconocido la labor de maestros y maestras, aunque todos hacen discursos falaces llenos de eufemismos sobre lo educativo, pero sin ninguna repercusión en la praxis pedagógica y laboral.
Lo cierto es que los maestros y maestras experimentan una aciaga soledad. Su tarea relevante no ha sido reconocida. Los han dejado solos, recargándolos de la responsabilidad de los problemas sociales. Las familias han dejado de ser la primera escuela responsable de la educación y han delegado esta tarea a los maestros.

Pero cuando estos quieren hacer su trabajo con rigurosidad, encontramos un muro reacio que con actitud permisiva y apologética justifican las acciones de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes. Desde hace varios años hay un imaginario de la escuela como la única responsable de subsanar los vacíos sociales que el Estado y las organizaciones no han podido resolver.

El Estado ha creído que con llenar de cátedras las escuelas es la manera de solucionar las problemáticas sociales. Los niños en los primeros años han pasado de 4 asignaturas a 12 asignaturas. Ya no hay tiempo para ser niños y niñas. Han robado el tiempo a la escuela para lo fundamental. A los niños y niñas se le están dañando las espaldas por lo pesado de sus maletas, incluso estas se han transformado colocando ruedas para soportar dicho peso. Lo que encierra esta realidad no es otra cosa que responsabilizar, no a la escuela, sino a los maestros de las difíciles realidades sociales, que se desconocen al hacer los análisis de pruebas estandarizadas. porque si no se alcanza a cumplir con los resultados esperados, entonces, se culpa a los maestros de esta situación independiente de las condiciones de cada territorio. Sobre ellos recae, en su soledad, la culpa de aquellas problemáticas que es responsabilidad de todos.

Sumado a esto, los maestros y maestras deben soportar un peso más duro y cruel, la mordaz crítica y el desprecio social cuando las cosas que se hacen o se dicen afectan a diferentes grupos sociales. Los medios de comunicación siempre están al acecho de noticias que generen más morbo: y sin hacer una investigación rigurosa se acusa cruelmente a los maestros como únicos responsables de problemáticas que tienen su origen en otros lugares, señalándolos de ineptos, corruptos, abusadores y salen a relucir toda clase de epítetos que condenan socialmente, aunque jurídicamente no se haya dicho nada.

El contexto no vende, por eso las noticias las sacan de contexto y opinan desde un micrófono desconociendo la realidad de las aulas, de los territorios y de las dinámicas escolares y pedagógicas. Salvo algunas excepciones, porque existen prácticas docentes que recurren a acciones que no se pueden justificar, los maestros y maestras rechazamos toda expresión de violencia escolar, actuamos para evitar el maltrato, el acoso escolar, el matoneo y cualquier expresión de exclusión. La prevención y promoción de acciones que mitigan y erradiquen cualquier forma de violencia es una tarea permanente de los maestros y maestras.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que, dada la condición humana, se presentan en la escuela acciones que duelen no solo a las víctimas, sino que hieren y lastiman lo mas profundo del alma de un maestro.
Ante estas acciones que se presentan en los contextos escolares, los maestros y maestras actúan buscando formas de conciliar y restaurar siempre el vínculo y la convivencia pacífica. Sin embargo, al dolor que producen estas situaciones en el alma de los maestros y maestras, se le suma el reclamo en ocasiones injusto de las familias, que llegan en actitud desafiante, sin ánimo de conciliar y restaurar, sino con la intención punitiva y vengativa.

En otros casos, cuando se hacen procesos de prevención, promoción y atención de convivencia escolar, como lo determina la ley, el obstáculo está en las bandas criminales que reclutan a niños, niñas, adolescentes y jóvenes. Estas aparecen queriendo imponer de alguna manera su ley. No faltan las amenazas a los maestros y maestras en los sectores rurales, urbanos, públicos o privados. Pero si el maestro no activa la ruta de atención correspondiente, la rigurosidad de la ley le cae con severidad porque “dura lex, sed lex”, entonces, los maestros y maestras quedan en medio de esta compleja realidad.

Los padres, las bandas criminales, la ley, y la institucionalidad (Ministerio, Secretaría, Rectoría y Coordinación) le exigen al maestro en ocasiones cosas que desbordan su humanidad. No es gratuito el alto número de maestros y maestras con situaciones emocionales y psiquiátricas que, sin importar la situación deben seguir atendiendo a una población infantil, adolescente y juvenil, porque no se le ha dado la importancia a la salud mental en el ejercicio docente. Por eso, no me gusta que nos llamen héroes, ni super héroes porque esto es negarnos nuestra humanidad frágil y la realidad de soledad que vivimos ante la dura, compleja y crítica realidad social.

Los maestros experimentan la soledad de luchar contra la corriente, contra gigantes, contra titanes solo con su humanidad, su tiza, su tablero y su vocación incansable. El mejor homenaje a los maestros es una resignificación de un sistema educativo injusto, que mide y confunde la calidad con la cantidad, donde el maestro es sometido a la tiranía de la evidencia, que lo somete a una competencia inequitativa, que no es más, que formas de denigración de su labor pedagógica, que desestimula y desmotiva a través de una evaluación que impide la movilidad social de los maestros y maestras.

El hacinamiento en las aulas, la excesiva carga laboral, la injusta remuneración salarial, las dificultades para la investigación, el precario sistema de salud, la fragmentación y mezquindad sindical, la inhumanidad legislativa y la distancia con las familias son algunas de las cargas que los maestros y maestras tienen que llevar sobre sus hombros. Si el Estado hace una verdadera política educativa podríamos sentirnos reconocidos y valorados, esto implica, que los problemas no se solucionan con cátedras, sino con estrategias integrales que comprendan la complejidad de la realidad política, el asunto, entonces, no es llevar los problemas a las aulas, sino hacer del país y de la calle una escuela de ciudadanía. Volver a valorar a los maestros y maestras es el inicio de un camino que nos llevará a construir un país más justo y solidario.

Por eso, hoy quiero expresar mi reconocimiento a todos los maestros y maestras que con incansable actitud hacen presencia de humanidad en todos los territorios de nuestro país. Pero especialmente, expreso mi admiración profunda a mis compañeros de trabajo de la Institución Educativa Absalón Torres Camacho del Municipio de Florida, Valle del Cauca, porque los he visto nadando contra la corriente, los he visto superando la adversidad, me siento honrado de su labor y vocación. Gratitud a mis maestros y maestras que desde niño me han forjado un carácter crítico y esperanzador, gracias a ellos esta columna existe.

Te invito a que pienses en ese maestro y maestra que te ha abrazado con su palabra y enseñanza. Esa persona que se quedó en tu corazón, y no dejes pasar este momento desapercibido, escríbele un mensaje, hazle una llamada, ten un presente y de seguro esto ayudará a llevar su soledad y permitirá que pueda seguir luchando por un nuevo amanecer. El corazón de un maestro jamás se pensiona, jamás se cansa, ese corazón humano siempre nos sigue amando.
A mis colegas, ¡Feliz día! gracias por salvar a la humanidad ante la crisis que hemos experimentado, porque no dejaron que la luz de la esperanza se apagará.