Mamá por su parte, se negaba a descansar. Se ocupaba de la ropa e higiene de papá. Lavaba y planchaba a modo de “blues dance”, lenta, melancólica y triste. Le limpiaba la cara con suavidad y mojaba sus labios agrietados con una gasa empapada en agua fresca. Aplicaba crema sobre sus manos con delicadeza, manos que sostenían las vías para la medicación.
Adna daba la bienvenida con una dulce sonrisa en sus labios a todos los que iban llegando. Entre abrazos y sollozos silentes, los distribuía con calma acompañándolos al salón.
Yo me afanaba en la cocina, observando la nevera y la alacena. Consideraría cuantos comensales seríamos y decidiría qué cocinar. «Qué mejor que hacer una sopa de ajo, tengo jamón y quedan ajos, hace frio y seremos muchos, solo tendré que añadir pan en caso de que sea necesario» pensé.
En mis trayectos entre el salón y la cocina, me encontré en la tesitura de tener que poner orden, no cabía un alfiler y la falta de oxígeno en aquel salón se hacia notar pesado, ardiente. El calor humano que desprendían las personas allí reunidas hacia presagiar un desenlace inminente.
Enero daba sus últimos coletazos y aún así, el buen tiempo dio una tregua para poder abrir la terraza y distribuir a la familia. Les transmití la necesidad de despejar en todo lo posible el salón y que las conversaciones entre ellos fuesen moderadas y en tono susurrante.
Al instante llamé la atención de todos con un gesto de silencio.
—Disponéis de media hora para despediros de papá, ni un minuto más ni un minuto menos. Somos muchos, el reloj viaja impasible y no hay tiempo que perder. Antes, indicarme quienes os quedareis a comer para organizarme.
Puse en marcha un cronómetro simbólico, tic, tac…, ajeno a los asistentes, y propuse a Adna que se ocupase de esa tarea mientras yo cocinaba.
31 de enero de 2020, viernes
Se acerca el final
Al día siguiente los más allegados se dispusieron a estar junto a él, no se establecieron horarios. Entraban, salían, reíamos, llorábamos y de repente…, sonó el teléfono, eran los médicos de paliativos. Bella levantó el auricular. Adna y yo veíamos atónitas como su cara cambiaba de color, adelantaban la visita ante los últimos resultados. En un par de horas estarían en casa, eran las doce del mediodía. Me apresure por cocinar y adelantar la comida en la medida de lo posible.
Continuará…