La calma imperaba ajena a lo que la situación requería. No dijimos nada, papá, mamá y el resto no debían enterarse. Los recuerdos los mantenían confortados y no quisimos romper ese momento.

Llegaron puntuales. Ante la incredulidad de la familia salimos todos del salón, se quedó Bella junto a papá.

Dos especialistas entraron por la puerta, batas, mascarillas y guantes sobre sus cuerpos; la doctora de paliativos y una enfermera. La visita fue angustiosamente larga. Bella, mantenía la compostura, por lo que era difícil de averiguar que estaba pasando a través del cristal. Mi padre apenas expresaba emoción alguna, solo asentía con la cabeza y de tanto en tanto la ladeaba subiendo un hombro a modo de resignación. Bella, acercaba su oído a la cara de papá y sujetaba su mano. Tras una larga hora se marcharon, no sin antes dar instrucciones.

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—Hola Gabriel, en vista de los resultados de las últimas pruebas—, dijeron, hemos de adelantar el día prometido; será mañana a las 18:00h. Ya no sufrirás más, el dolor desaparecerá.

La cara de estupor de todos los que estábamos allí imperó, el silencio y la desesperanza se izó fuerte, como cuando izaban la bandera en el ejército al sonido de su corneta. Todos posábamos firmes, estáticos, sin expresión aparente. Quedaban muchas cosas por resolver, había que avisar al notario, debía acudir mañana, el testamento no está hecho —dijo papá. Ajeno a la realidad que devenía.

Una noche más, la última noche con papá despierto.
Una vez a solas, papá, mamá y mis hermanas sugerimos no pensar, «espinosa y complicada tarea», y poner la televisión mientras papá descansaba adormilado por la medicación. Nuestras miradas ausentes no distinguían entre películas o realidad, cada una ajena en su propia mente, abstraídas. Hasta que el sueño nos fue venciendo en intervalos casi ensayados, al compás de una dulce melodía que llegaba a nuestros oídos desde la casa del vecino.

1 de febrero de 2021, sábado
Despedidas
Y de nuevo amaneció. El mismo cielo lloraba sin control, descansaba su llanto y las nubes se disipaban por instantes. Pareciera que quería asomar el sol en un baile de esperanza que acompañaba las sensaciones de papá. Si el sol intentaba asomar la cabeza, el cuerpo de papá despertaba y cuando el cielo lloraba de nuevo, su cuerpo dormitaba.

​Continuará