Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL
Quien pudiera creerlo. En esta sosa campaña que culmina el domingo las dos preguntas más peligrosas y que deberían haber tenido hondas repercusiones resultaron ser cuando a Petro le preguntan públicamente en una entrevista si él, siendo presidente, extraditaría a los Estados Unidos a Álvaro Uribe Vélez o cuando en el último debate Fico le pregunta si él extraditaría, a petición de los Estados Unidos, previo el cumplimiento de los requisitos legales a Piedad Córdoba, su senadora electa del Pacto Histórico.
Para la primera pregunta, Petro casi que dicta una cátedra sobre la dignidad presidencial y el respeto que debe tenerse como nación por quien haya ejercido la primera magistratura para sin decir diciéndolo hacer ver que él no extraditaría al expresidente antioqueño.
Con la pregunta frentera del paisa Fico, la respuesta de Petro fue monosilábica, dijo SI escuetamente y no entró en detalles.
En otras condiciones históricas y geopolíticas del país el debate sobre la extradición habría podido ser una bandera medioeval para ajustar cargas en la campaña. Pero no lo fue ni lo será porque en Colombia hace mucho rato que se perdió el orgullo patrio y por comodidad o por aburrimiento el país le entregó una buena parte de la administración de justicia a los tribunales norteamericanos, y nos acostumbramos a ello.
Probablemente porque nadie se le mide a una transformación de la justicia en Colombia cuando la corrupción sopla por todos los rincones y en todas las direcciones.
Es la misma razón por la cual nos seguimos soportando los espectáculos bochornosos de una Policía jugando a los naipes y a un Inpec manejado por la misma Policía.
La comodidad que brinda la justicia gringa se encierra sobre si misma impidiendo una renovación total de las instituciones corrompidas. Por supuesto como esa comodidad contagia, los candidatos presidenciales no hablaron de la extradición ni para criticarla ni para sustituirla sino que admitieron tácitamente seguirla utilizando como una herramienta así nos haga sentir que parecemos más una colonia del imperio gringo que una nación soberana.
Tal vez ni a Uribe ni a Piedad los pidan en extradición y de pronto ni Petro ni Fico lleguen a ser presidentes. Pero lo que si sabemos es que en casa de herrero cuchillo de palo.