La consecuencia de la demagogia y el populismo, desde hace milenios, es la gran frustración de quienes caen ilusamente en sus garras.

Desafortunadamente es inherente a condición humana, ilusionarse con silbidos de ballenas y seguir como rebaño a los encantadores de serpientes que, usan el truco del auto martirio para acrecentar la pasión de sus fanáticos, engatusados seguidores.

Las consecuencias, cuando triunfan estas tendencias, son siempre las mismas: Una gran decepción colectiva y desórdenes sociales de toda índole. El incumplimiento a las promesas de tajantes cambios que, a todas luces son irrealizables, defrauda profundamente a la sociedad.

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Estéril es la docencia respecto a los peligros que los falsos Mesías traerán a las naciones. Cuando la masa se dejó enredar, no la saca nadie de ahí; siempre ha sido así, especialmente en países con gran desequilibrio social o en las Naciones que padecen graves problemas económicos y sociales. Ejemplo, por excelencia, fue la Alemania de Hitler.

Aquí estamos próximos a un fenómeno igual; por más de que se expliquen las razones por las cuales son irrealizables y demagógicas las acciones que ha prometido algún candidato, la masa está ilusionada con los ríos de pan y miel y, ante todo que, se conseguirán sin mayor esfuerzo. Ningún demagogo es capaz de decir que, hay que trabajar mucho y hacer grandes sacrificios, para lograr el tan cacareado cambio.

Esa es la razón por la cual jamás votaré por un falso Mesías, por inteligente que digan sea. Una de las características de los filibusteros es que, son sagaces, megalómanos, egocéntricos y mentirosos convulsivos; amén de carismáticos e inteligentes. Aclaro, no estoy describiendo a Hitler si no a unos más cercanos.

No podré votar por uno que promete el cambio y está rodeado de lo peorcito de los políticos tradicionales que, se anuncia como ejemplo de funcionario, cuando ocupó varios cargos políticos y realmente no fue nada destacado.

Nunca podré votar por una persona que, debe estar jurando que dice la verdad, porque el público no cree en él.

Yo creo que se requiere un gran cambio; debe comenzar con el compromiso de erradicar el hambre, para locales y extranjeros en tránsito; debe haber un mínimo legal de subsistencia. Esos cambios no se logran con los mismos que, habiendo estado en varios gobiernos, no pudieron.

Votaré en primera vuelta por lo que me dice mi cerebro y, en segunda, preferiré lo que me diga la conciencia; el blanco no mancha.

Ñapa: Respeto profundamente a los que voten por quien yo nunca votaría; jamás defenderé a alguien por votar por quien quiera. No trato de convencer a nadie; solo expreso lo que siento.

Ñapita: Quienes quieran profundizar un poco sobre el tema de fondo de este susurro, les recomiendo vuelvan a leer la historia de Savonarola; especialmente, el final que también es siempre igual: Los demagogos terminan siendo aborrecidos por quienes fueran sus fanáticos seguidores.