El pasado domingo se vivió algo histórico en Colombia y tuvo como escenario al Estadio Pascual Guerrero, al que acudieron cerca de 42.000 personas a presenciar el partido final-final de la Copa del Fútbol Femenino y todo en un ambiente de fiesta.
Allí se midieron américa y Cali, este último el campeón vigente hasta ese momento y, además venía de ganar 2/1 en el primer partido cumplido en El Coloso Verde. Al cierre La Mecha se impuso 3/1 y con ello alzó la Copa por segunda vez en su historia para delirio de los hinchas, quienes celebraron con el alma luego de un encuentro bajo alta tensión.
La fiesta se extendió fuera del estadio en medio de juegos pirotécnicos en diversas zonas de Cali y otras ciudades del Valle y del país, porque el respaldo a las americanas se sintió en todas partes, haciendo recordar aquel 19 cuando el América conquistó su Primera Estrella.
Creo que la gran asistencia al Pascual Guerrero es tributo a una región que mucho ha venido aportando al fútbol femenino, el cual comenzó a ser tratado de manera competitiva en 1991 en Colombia, pero muchos más atrás desde el Valle se venía impulsando “el fútbol para mujeres”. Entre las primeras semillas se recuerda a la Escuela Carlos Sarmiento Lora, lo mismo que al equipo de Aguila Roja, en el corregimiento de El Carmelo, en Candelaria, donde emergió Carmen Elisa Rodallega, prima del goleador Hugo Rodallega.
Eran tiempos en que solo algunos visionarios, como Pepino Sangiovanni y doña María Clara Naranjo, quienes le dieron importancia en tiempos cuando ellas en este deporte era miradas de manera despectiva y hasta se decía “el fútbol no es para mujeres” y a las que lo practicaban se pensaba que estaban en el lugar equivocado.
Hoy recuerdo que en Candelaria el machismo fustigaba durísimo a las que intentaban jugar fútbol y eran tan pocas que a menudo las dejaban jugar con hombres cuando “faltaba alguno para completar” y les entraban duro, pues poco se soportaba el “ridículo de ser eludido por una mujer”. Esta conducta se repetía, seguramente, a lo largo del país entero.
Ha pasado mucha agua bajo los puentes y la acelerada globalización impuso la aceptación y evolución del fútbol femenino en Colombia y en nuestro entorno, al punto que ya exportamos jugadoras a países de alta competencia, al tiempo que se clasifica a justas internacionales.
Por todo esto es que el llenazo en el Pascual Guerrero fue más que colmar un estadio, fue el homenaje a una región donde se ayudó a que en el fútbol se dieran los primeros pasos de avanzada hacia la igualdad. @falavi2005