Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL
Cada vez le salen más aristas a los contratos que el estado tiene con particulares. O, como diría mi abuela, “ese gusano tiene patas”. Dado que la corrupción y la robadera es producto casi exclusivo de la estructura con la cual están concebidos los derechos de la ciudadanía para recibir beneficios en obras del estado.
Y como ese crucigrama lo complican con leyes, incisos y artículos y lo adornan siempre con auditorías, contralorías y veedurías para aparentarle pulcritud y transparencia, el grueso público lo único que quiere entender es que detrás de toda obra hay un contrato, detrás de todo contrato hay un concejal, un diputado o un congresista y al lado de ellos siempre habrá un interventor, un auditor, un delegado de alguna contraloría y unas gafas oscuras para que entre todos no vean nada y la corrupción siga campante.
Ayer hablé del famoso aterrizadero de aviones que los manizalitas nos han hecho pagar a todos los colombianos. Hoy se sabe que fue por culpa de ese pozo sin fondo de Aerocafé que el presidente destituyó al Director de la Aerocivil, pero no fue capaz el señor Duque de bañarse en ceniza como pecador por haberle girado la mil millonada al embeleco sinvergüenza de Palestina.
Ayer también se supo dónde comienza y cual es la ruta que recorre la plata de los Ocad de la paz y se demostró, cosa de pronto peor, que tras la denuncia venían ciertamente unos intereses malevos para atacar la elección de Contralor y, por lo menos, cuestionar la candidatura de tres altos funcionarios.
Y, como si fuera poco, también se supo que obligaron a renunciar a Juan Pablo Barrientos, un periodista que estaba traduciendo al lenguaje que todos entendemos los archivos de la Fiscalía sobre el llamado caso de las Marionetas y no podía mencionar el costo de las barricadas que poderosos y respetados medios de comunicación dizque cobraban para levantar la guadua, como lo dijo la Fiscal del caso.
Habiéndose desvanecido la autoridad porque todos estamos convencidos que primero la ejercen para su propio beneficio y después para los demás.
Como cambiamos la libertad por la seguridad, los limites entre el silencio y la valentía cada vez están más cerca y mientras la corrupción y la ladronería nos corroe las estructuras del país, y se nos sube pierna arriba como un gusano con patas, los colombianos dejamos de soñar despiertos porque no hay derecho a imaginarse un futuro posible.