Lo étnico jugó un papel muy alto en la campaña presidencial pasada. Se dice que la votación alcanzada por Francia Márquez hizo que Petro se viera obligado a escogerla como fórmula vicepresidencial por encima de unas figuras políticas posibles. Esta decisión garantizaba y así fue, un millón o más de electores que desde su condición étnica se sintieron representados, orgullosos de que el mundo afro, uno de los suyos, entrara en lo más alto de la política nacional visibilizando a la mujer y a la negritud de una Colombia olvidada.
La letra de ser un estado pluriétnico y multicultural, en un país profundamente racista y conservador comenzó a cambiar con la llegada del Pacto Histórico a creer de muchos, pero yo no pienso así.
Por una parte, para nadie fue un secreto que hubo un uso politiquero de la hoy vicepresidente de mostrarla, pero no le dieron voz; yo diría que se la quitaron. Y solo apareció en la noche de la victoria. Y eso fue una decisión de su Pacto Histórico. Claro la victoria hace olvidar a muchos esas cosas. Creo que su rol será controlado en un ministerio de la igualdad muy parecido al que se inventaran en otro parte llamado de la felicidad. Usted yo sabemos que no se resuelven las diferencias, exclusiones con burocracia sino con políticas públicas reales y ellas existen, pero no se cumplen.
Colombia luego de 1991 creyó que la existencia curul especiales para los afros garantizaría una historia de desigualdad. Hoy, a 32 años de la aprobarse tal espacio queda una pregunta ¿Qué saldo ha dejado al país la representación de estas curules especiales?
El desarrollo jurídico de una ciudadanía diferenciada desde lo étnico en sí, poco o nada ha cambiado el escenario político.
El racismo estructural que es un hecho, con la inclusión de las minorías étnicas dentro del sistema político escenificó una puesta en escena, pero no ha facilitado la verdadera inclusión. Por una parte, porque siguen siendo minorías reconocidas, pero son minorías y el tema afro sigue siendo invisibilizado. Por otra parte, la proliferación de movimientos afros tampoco son un indicador de calidad, claridad, unidad y enfoque social del tema afro para quedar manoseado por los partidos tradicionales o no tradicionales en momentos electorales.
En estas elecciones ¡48 organizaciones participaron! Por los 2 curules afros. Y quienes ganaron son subsidiarias de grupos tradicionales de extrema derecha o parapolíticos ¿…? Los votos en blanco les ganaron a los votos dirigidos a los ganadores. Solo participaron en el país 625.234 y los ganadores solo obtuvieron 26.263 en el caso de Ana Rogelia Monsalve de controvertida pertenencia a ser afro y 35.253 votos para Miguel Polo Polo. En ambos casos, no son del Pacto Histórico algo que sorprende cuando Francia Márquez arrasó el voto afro en las presidenciales a favor de Petro, pero poco influyó en marzo en la política étnica de su población. Hay algo muy confuso entre los afros y su reflexión sobre la política.
Lo visto demuestra la falta de unidad de la comunidad afro por más que se diga otra cosa. Vemos que se vota en dirección opuesta entre sus representantes en su circunscripción y frente a la política nacional. La política afro, desde sus curules, hoy está en manos del show, el espectáculo y las maquinarias políticas.
¿Será que a la mayoría de los afros no les interesa la micropolítica étnica y sí, la macro política nacional? ¿No será que ese concepto de ciudadanía diferenciada es en sí, excluyente para muchos afros?
En este sentido, los «derechos de representación de grupo», en lo relacionado con las curules especiales, han generado una ilusión óptica que la crisis de la representatividad por corrupción y falta de cultura política hacen evidente.
La solución no es simple, ni cuotas o representación de grupo para tratar de sortear la histórica magia de la mayoría simple para buscar el control político al ser de este o aquel grupo étnico. No, lo étnico que es parte de nuestro mundo, es muy limitado ante lo ciudadano. Hay que entender la igualdad como tal y solo será la defensa de los derechos fundamentales el punto real de madurez de una democracia.
Hay que recordar a Antonio Nariño traduciendo el texto de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789.