Sergio Fajardo, hace unos días escribió una carta nada tibia, advirtiendo que tendríamos que acostumbrarnos a tragar sapos en clara referencia al control del ejecutivo sobre el legislativo, al existir un acuerdo nacional entre los partidos tradicionales que ahora son de gobierno, firmando un cheque en blanco de compromiso en apoyo a diversos proyectos sin conocer sus textos.

Lo de los sapos va para todos lados. Ya sabemos que Gustavo Bolívar se retiró del senado para no tener que votar el sapo que le hicieron tragar sus amigos del Pacto Histórico al elegir a Roy Barreras el Fouché de nuevo tipo. Igualmente, los del Pacto se habían tragado a Alfonso Prada como jefe de debate y ahora como ministro del Interior. Cómo si fuera poco, tragaron en seco religiendo a Gregorio Eljach Pacheco para la secretaria del senado de amplio cuestionamiento por corrupción, pero ni una voz se escuchó, fue un momento de amnesia política colectiva.

La clase política tradicional ha callado y va haciendo la digestión ante la designación de Leonor Zalabata, Patricia Tobón y Giovani Yule, quienes estarán ocupando los cargos de embajadora ante la ONU en Nueva York; director de la Unidad de Víctimas y director de la Unidad de Restitución de Tierras; también los nombres de Carolina Corcho en el Ministerio de Salud y de Iván Velásquez en Defensa a personalidades que le harán muy difícil la vida a los agujeros negros de la salud y en el accionar fuera de lugar de los militares con vínculos a la parapolítica, muertes de líderes sociales e intervenciones en conflictos que nada se justifican a menos que sea por presiones de intereses políticos. Y todavía falta ministro de justicia y otros cargos que podrán ser muy incomodos.

Anuncio

La política tradicional y la emergente que ha llegado al poder si quiere hacer posible la gobernabilidad, tragarán sapos para mantener el equilibrio entre ejecutivo, legislativo y judicial asumiendo un cambio en la forma de hacer política desde la diferencia de miradas y con la responsabilidad moral mirando al país. Eso muestra un proceso evolutivo de la política colombiana de hacer la democracia posible. Estamos como la España a la muerte de Franco. Una coexistencia entre derecha e izquierda en función de un nuevo país. Una nueva especie política puede aparecer rompiendo la dependencia clientelar para hacerse más ideológica en lo económico, lo ambiental, lo social. Y al decir más ideologizantes, me refiero a que existan proyectos de país con sentido de futuro y no como hasta ahora de grupos o familias en función de ellos y no del país.

Como en la naturaleza, en la política la evolución es un proceso lento, complejo donde las especies van decantándose, mejorándose y dominando los más aptos. Mientras tendremos culebras, micos, ratas, camaleones, sapos y otros más.

Vuelto a mencionar España como caso emblemático que ha sabido transitar de un país atrasado, casi feudal y profundamente marcado en el franquismo que fue muy parecido al uribismo y ha transitado a un país pujante en lo económico, en lo social y en su vida política desde el debate y el diálogo entre todos.

Claro para que suceda eso no será en 4 años, ni necesariamente con este gobierno pasarán 12 o 16 años de este acuerdo nacional y debería seguir aun cuando otra fuerza política en otra elección, ocupe el poder. ¿Será que los que gobiernen desde el 7 de agosto mañana cuando no sean poder aceptan de igual forma una construcción colectiva de país? Eso va a ocurrir.