Gardeazabal

Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL

Mis oyentes y lectores recuerdan muy bien el caso del paciente que sólo identificaba con la cédula para ayudarle públicamente en la batalla que durante 8 años y medio libró con las EPS y poderle ganar la guerra al cáncer que le avizoraron. Le negaron tantas veces la esperanza como igual número de veces él insistió en que quería vivir.

La semana pasada, mientras asistía impactado a su funeral, tuve que mirarme varias veces al espejo imaginario en donde trato de explicar la sinrazón de mis actitudes y saqué la misma conclusión que alguna vez le ofrecí a un obispo mientras esperaba que nos entregaran sano y salvo a un secuestrado y lo miré con evidente asombro cuando lo vi rezando para que se diera la liberación. ”Usted no cree en la oración”, me dijo el prelado al ver que no lo acompañé en sus rezos.

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”Sí, monseñor, pero respeto, ayudo y admiro a todo aquél que crea”. Eso mismo fue lo que hice durante estos casi 100 meses en que acompañé solidariamente a mi amigo en su batalla contra el cáncer. Nunca le hice reparo. No solo acaudille las diligencias fastidiosas ante los prepotentes mandamases de las EPS, hablé con sus médicos y con otros, hice con gusto las gestiones ante los laboratorios que podían incluirle como paciente testigo y creo que no le fallé ni un segundo.

Pero lo hice convencido que la quimioterapia y los sufrimientos y los martirios a que la medicina somete a los pacientes chantajeándolos con la esperanza puede ser tan miserable como la misma enfermedad.

Cambiar el dolor por otro dolor más fuerte pero más esperanzador, es para mi, y solamente para mi, un canje canalla. Si vamos a las estadísticas, las cifras son abrumadoras pero nunca las muestran como son.

Cambiando un dolor por otro con la moneda de la esperanza de una curación, la medicina nos ha vendido la falsa imagen de que el cáncer es curable en un alto porcentaje con esas medicinas y tratamientos sadomasoquistas.

No resulta pues ni grato ni amable destruir la ilusión pero es más humano entender que, hasta ahora, son un porcentaje menor los que sobreviven a los tratamientos atroces, y no terminan desfilando al camposanto.

Para no caer en esa trampa, he firmado ante el Notario Único de Roldanillo un documento donde exijo a quienes me rodeen que cualquiera que sea mi inhabilidad, no me lleven al viacrucis de la quimio extorsionista ni que me intuben para desviar la ruta al final que a todos nos toca.