Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL
Nadie se atreve a discutirlo porque ya estamos cansados de aceptar pendejadas. Pero todos sabemos que es la única verdadera solución a los problemas contable del régimen semi democrático que más mal que bien hemos ido sosteniendo y remendando con el paso de los años: hay que introducir a la base tributaria del país al narcotráfico, a la minería ilegal y al blanqueo de capitales.
No podemos seguir creyendo que ese renglón de las cuentas nacionales van a poder permanecer al margen de todo proceso si de verdad queremos un cambio en Colombia. Y si después de la Comisión de la Verdad y de la paz exclusiva y excluyente de Santos no creemos que ya está el terreno abonado para ese paso, apague y vámonos y dejemos el país otra vez a la deriva simulando que navega en el proceloso mar de los sargazos de la corrupción, que todo lo nivela para provecho de unos pocos. El país ha gastado demasiada plata en sus últimas gestas.
La Constitución de 1991, aunque le duela a Gaviria reconocerlo, resultó más costosa que rendidora. El inmenso gasto militar para dizque impedir en los últimos 50 años que las guerrillas y los paracos se tomaran el poder nos ha dejado sin generales para liderar la guerra total y con tropas sin fe en lo que dicen defender. El costo de la corrupción cada vez es mayor y como no pudimos con ella, institucionalizamos las cooperativas de contratistas en reemplazo de los partidos políticos y seguimos girando sobre un fondo cada vez más despilfarrado : el Presupuesto Nacional.
Podríamos agregar el gran gasto que ha significado la construcción de más vías carreteables pero a costa de la destrucción de la opción ferrocarrilera. Si sumamos todo, estamos ante una erogación inmisericorde que indirectamente, sin control y sin moral alguna lo surte la plata de los narcos, los mineros ilegales y los lavadores de dólares. Es la hora de incorporarlos. El régimen hipócrita agoniza y la posibilidad de cuajar una paz total así sea tapándonos las narices, es inminente.
Con el permiso o no de los Estados Unidos. Con la venia o no de la comunidad mundial, inventemonos un cuadre de cuentas para que esas platas nuestras, buenas o malas, ingresen a la masa tributaria. Ya vimos que hasta la ONU y Washington le dieron el visto bueno a la JEP y a la Comisión de la Verdad. Inventémonos otra ventanilla siniestra como la que López puso en funcionamiento. El antiguo régimen hipócrita de las mentiras agoniza. Es la hora.