Gardeazabal

Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL

Aunque el robusto José Antonio Ocampo, ministro de Hacienda no lo crea y el iluminati que ejerce de presidente no lo perciba con su fría mirada de esfinge, en Colombia ha resultado que hay millones de compatriotas que desayunan, cuando no es que apenas alcanzan a almorzar con una rebanada de salchichón, un trozo de pan y una gaseosa.

Como ahora sacan a relucir estadísticas para todo, los congresistas que representan a las cooperativas de contratistas mal llamadas todavía partidos políticos, deberían pedirle al Banco de la República, a la Contraloría General o a los investigadores de Raddar que les muestren cuantos kilos de salchichón se venden anualmente en Colombia y al dividirlos por los 8 trozos grandes que llegan al consumidor final para pasarlo con gaseosa o algotra bebida azucarada, tuvieran una imagen exacta del daño que van a causar.

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Esa simpática cuenta daría cuantas rebanadas de salchichón se comen los colombianos y, obviamente, hasta donde llegará la magnitud del impacto que ocasionará el impuesto del IVA que quieren meterle a la comida diaria de millones de ciudadanos servirá de orientación sobre lo que están haciendo. De allí para abajo, deberían conseguirse (es más difícil) una estadística de cuántas gallinas, cerdos y bovinos se usan para fabricar esos salchichones o embutidos y medir las consecuencias que se darán sobre porcicultores, ganaderos y avicultores, que por supuesto van a ser las primeras víctimas del alza del salchichón.

Pero como el robusto ministro y la impasible esfinge no parecen haberse alimentado nunca con salchichón y gaseosa, pese a tener orígenes sociales tan diferentes, les tocará a los congresistas hacer las cuentas de los efectos bumerang que esta clase de impuestos en favor dizque de la salud pueden ocasionarse y medir la responsabilidad de su crueldad contra la dieta diaria de muchos compatriotas.

Casi lo mismo pero en menor escala van a tratar de hacer con los libros. En Colombia hemos gozado de pingües privilegios por más de 40 años los editores, los libreros y hasta nosotros los miserablemente pagados autores (solo nos dan el 10% del precio de venta de los libros que dicen haber vendido, y si se venden 1000 es casi un bestseller).

Pues bien no pagábamos sino la tercera parte del impuesto de renta que los demás pagan, y con ello buscaban promocionar que el libro sea más barato y se pueda patrocinar la lectura y la educación.

Ahora les van a cobrar IVA a los libros e impuestos del 37% de renta a libreros, editores y escritores. Como quien dice no nos va a quedar ni para comprar un salchichón y una gaseosa para desayunar.