Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL
Mi inolvidable maestro Oscar Gerardo Ramos nos enseñaba en la desaparecida Facultad de Filosofía, Letras e Historia, donde me gradué hace 52 años, que la primera verdadera novela colombiana era INGERMINA, de Juan José Nieto, pero que solo en el Caro y Cuervo podía leerse pues nadie la había vuelto a editar.
Tiempo después,otro de mis excelentes profesores de entonces, el doctor Armando Romero Lozano me enseñó que EL MORO había sido escrito por quien también fue presidente de Colombia, el señor Marroquín.
Eran otros tiempos. No existían los escritores fantasmas que hacen libros a destajo para los candidatos presidenciales y el verbo escribir se conjugaba al unísono con gobernar.
Desgraciadamente Juan José Nieto, el autor de INGERMINA, era un mulato tenido por negro por la oligarquía cartagenera y aunque fue presidente por casi un año en una coyuntura generada por Tomás Cipriano de Mosquera, no tenía ni emisarios ni ampulosos correveidiles que hicieran sonar su nombre como novelista o su calidad literaria en los siempre exclusivos y excluyentes círculos de la intelectualidad bogotana.
Pero esta novela, milagrosamente editada con prólogo del exvicepresidente Gustavo Bell en un esfuerzo de la gobernación del Atlántico y el Museo Histórico de Baranoa, ha sido rescatada para estudiosos y críticos.
Escrita en 1844, cuando el género apenas se abría campo en Europa, cuenta la fascinante historia de la hija del cacique de Calamar, el antiguo puerto indígena de la bahía cartagenera y desenvuelve muy bien no solo la trama histórica como la novelesca, así sea usando las formas que caducaron hace 100 años en la narrativa.
Pero se lee con tanto interés como lo permite el manejo neoclásico de la tensión literaria usada. Y, lo que acaso sea muy destacable, construye personajes psicológicamente, los describe con plumilla de pintor de playa y consigue hacer proselitismo con ellos dentro de la masa lectora.
Ni Nieto ni su novela recibieron el justo premio a su labor política ni a su gesta novelística. Pero nunca es tarde y aunque ni en Barranquilla ni en Cartagena se hayan dado cuenta de la joya literaria que es INGERMINA, es hora de sustituir elogiosamente con creces el silencio que ha embargado al negro, presidente y novelista .