Difícil hablar de algo distinto a la epidemia del famoso coronavirus Covid-19, que se ha ido apoderando de los países, en los últimos meses, desatando una histeria colectiva a su paso, situación potenciada exponencialmente por las redes sociales. Es por ello que, en medio de la cuarentena, del déficit de gobernabilidad de un gobierno inexperto, del miedo y de la decepción, ha aparecido un nuevo tipo de homínido: el homo covid-19, el cual parece alejarse del homo sapiens sapiens, para instalarse en algún lugar paralelo de la evolución.
El homo covid-19 se diferencia del sapiens, precisamente en su capacidad para reflexionar, para racionalizar, para decantar la información. Es un homúnculo sumamente sugestionable, vulnerable ante cualquier tipo de información. Le da el mismo valor a un posteo en Facebook o a un Tweet, que a un artículo especializado realizado juiciosamente por un epidemiólogo o un virólogo. También se caracteriza por sus precarios niveles de empatía para con las personas mayores de setenta años, a quienes no duda en sacrificar al infame virus, elevado a nivel de deidad destructora, como un Cthulhu microscópico que reclama la sangre de los más viejos para sobrevivir.
Es un ser paradójico, se cree ateo porque cree en la ciencia¸ sin embargo, no duda en reverenciar ciegamente los contenidos de cuanto charlatán se encuentra en sus redes, o en reenviar a sus cientos de contactos los audios de supuestos expertos, doctores de Cambridge o de Harvard, que tienen el acento, y la jerga, del vecino de la esquina. Igualmente, clama a los cuatro vientos por la orden de una cuarentena, pero no duda en salir a rumbear o en irse para un pueblo exótico, acompañado de turistas provenientes de Italia o de España, porque siempre han soñado con un affaire con un italiano o con una española. En otros casos, tomó su mochila para viajar a Europa, cuando aún se podía, porque los tiquetes estaban baratos, en medio del pico de contagios.
De todos modos, el homo covid-19 es un ser romántico, que considera que la cuarentena es la posibilidad para expresarse artísticamente y descubrir que en su yo interior subsiste un Da Vinci o un Mozart, queriendo manifestarse, aun cuando la mayoría sólo logra aflorar a su Bad Bunny oculto, ello cuando no piensa en ponerse a las órdenes de Baco, mientras con sus amigos juegan al Decamerón de Bocaccio. Esta experiencia romántica, sin embargo, se ve eclipsada por la realidad de sus ciudades, en donde no todos tienen un techo para resguardarse, lo que empañará sus ideales estéticos referentes al aislamiento.
Lo más curioso es que este homo covid-19 tiene los meses contados, como subespecie, aun cuando estudios muy serios indican que, los que sobrevivan, lograrán camuflarse entre los homo sapiens. Espero que podamos identificarlos a tiempo, antes de que sean los protagonistas de una nueva distopía.