Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL
Trujillo, enclavado en la cordillera occidental centro vallecaucana es un pueblo con demasiada historia ,demasiada sangre y demasiados recuerdos malucos para que mañana celebre con esperanza 100 años de su fundación.
Trujillo, fundado a la brava por don Leocadio Salazar y sus colonos, fue un pueblo campesino y cafetero, tumba montes y por ende aguerrido hasta el 9 de abril de 1948, un cuarto de siglo no más después de un fundación, cuando se dio la orden de conservatizarlo a sangre y fuego, como a otros poblados que alcanzaron a rebelarse aquella fecha y a constituir gobiernos municipales provisionales.
Trujillo fue uno de ellos aunque tuviera al médico Perlaza como gamonal. Pero así como arrancó siendo un pueblo con las calles más anchas de Colombia bajo el gamonalato de Leocadio Salazar, insistió siempre en tener gamonales como cabezas de su progreso y cuando comenzó el Frente Nacional, don Leonardo Espinoza ya había asumido ese papel.
Don Leocadio, el fundador, era un personajón muy distinto. No solo fundó a Trujillo sino a Ulloa en el norte del Valle y a Arabia en inmediaciones de Pereira.
Se iba de cárcel en cárcel, consultaba las bulas papales que concedían rebajas de pena y aunque era analfabeto sabía más de jurisprudencia que los abogados del gobierno y a todos los presos que estaban a punto de salir les prometía un pedazo de tierra para rehacer sus vidas tumbando monte y haciendo pueblos en donde él se reservaba los mejores lotes para el futuro.
El mismo trazaba el plano urbanístico con la idéntica destreza con que hizo el camino a Barragán y subió en una mula el Bulldozer que armó a 3.000 metros de altura para venirse haciendo la carretera loma abajo. Don Leonardo fue otro gamonal pero muy distinto. Llegó 25 años después a perseguir anapistas que se oponían al Frente Nacional.
Era godo, regodo, pero amigo de Pastrana y de González Narváez y sus rivales políticos, y sus enemigos, luego de finiquitar a los rojaspinillistas fueron Carlos Holguín Sardi y sus amigos alvaristas.
Ejerciendo como gamonal no se satisfizo con hacer memoriales ni fundar pueblos al estilo de don Leocadio sino comprando, a las buenas o a las malas, 47 fincas y ejerciendo un poder de vida o muerte de acuerdo a como le convenía.
A don Leocadio le rendirán homenajes. A don Leonardo lo cubrirán con el olvido porque en mi novela “El último gamonal” conté su vida y los vicios y virtudes de Trujillo y les da asco que mi narración y mi presencia se los recuerde mañana.