KICO BECERRA

El poema del deber ser de la lucha contra el narcotráfico y la protección de la selva Amazónica, pronunciado por Petro en la ONU, fue sin duda un importante grito de libertad de Colombia, frente a la coyunda que, desde hace 40 años nos pusieron los Gringos.

Que tenga éxito o que le costará sanciones al país, por esa decisión unilateral, es otra cosa; lo cierto es que, por fin, algún presidente de Colombia se atrevió, durante su mandato, a decir lo que dicen cuando dejan de ser presidentes: La guerra contra el narco fracasó y llegó el momento de una regulación diferente.

Es ampliamente conocido que no soy Petrista; lo que no me impide destacar su valentía y la clara interpretación que de ese problema tenemos la mayoría de los ciudadanos de este país. Nos corresponde a todos apoyar al gobierno en el pedido de que cese el tratamiento penal y guerrerista del tráfico de drogas, se transforme en problema de salud y se regularice su comercio.

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Se tenía que decir y se hizo; ahora a enfrentar las consecuencias de esta osadía y a recibir el apoyo interno, para lograr que los consumidores y los grandes entes financieros, beneficiarios del prohibinismo, acepten que nos mamamos de matarnos por ellos.

Puede, como algunos comentaristas lo han destacado que, se le haya ido la mano, en este caso la voz, metiéndose en problemas raciales y penales de USA, lo que no obsta para destacar el contenido general del discurso Petro que, era señalar que no va más la lucha contra las drogas, como hasta ahora se ha llevado y que Colombia, no va a continuarla así.

No dijo cómo se hará; amanecerá y veremos. Lo sustancial es que se planteó al mundo nuestra liberación al actual libreto y que, haremos cosas distintas. Esperemos que sean viables y realmente se presenten, para que no se quede en una quimera más.

Ñapa: Muy grave lo que se está gestando en los campos de Colombia, frente a las invasiones masivas de predios. Volvió el boleteo de grupos que se anuncian como protectores contra invasores y sabemos en qué va a terminar todo esto. Bajo la premisa de que la fuerza pública tiene prohibido actuar, los bandidos asumen el vacío de poder; esto está a punto de pasar de «castaño a rojo grana»; literal.

Ñapita: ¿Adivinen en cuánto va el negocio de la reinstalación de la estatua del fundador de Cali, en su lugar? ¿Dos mil millones? Fríos. ¿Tres mil millones? Fríos. ¿Cuatro mil millones? Fríos.
Ahí les dejo esa adivinanza. ¿Y el Contralor? ¿Y el Personero? ¿Y la Fiscalía? Bien, gracias y ¿ustedes?