Me dijo una vez una persona sabia: coje este billete de dólar y estrújalo, más, más, mucho más, ¿no le sale sangre verdad?; no sangra, porque el dinero no tiene corazón.
Ese papel de víctimas que asumen algunos, pensando que el problema a todos sus conflictos eres tú y que se creen con el derecho de dañarte a cambio de dinero.
Ven y siéntate conmigo poderoso «Don dinero», quiero charlar contigo. Te crearon como forma de intercambio, pero antes de que tu existieras, había otras formas de percibir aquello que las personas por sí mismas no podían conseguir, pero no entrare en esos detalles.
Sí, comencé mi andadura con el intercambio de metales preciosos, hasta llegar a convertirme en lo que soy, dinero, o como tú me llamas «Don dinero». Gracias por lo de Don.
Inicialmente hasta considero que tu labor fue útil y beneficiosa, pero con el tiempo y el ansia de poder y riqueza de los seres humanos, te has convertido en algo necesario, sí, porque así lo imponen las reglas, pero tremendamente cruel.
Yo no soy cruel, si acaso, los crueles sois vosotros los humanos y el uso que hacéis de mí.
Fíjate que te perdono, porque efectivamente no tienes corazón.
Debes perdonarlos a ellos, o mejor, que se perdonen a sí mismos, todos y cada uno de los que no hacen buen uso de mí y traicionan, dañan e incluso matan por conseguirme. El ser un objeto, es cierto que me convierte en algo sin corazón, pero debes saber que vosotros sois los únicos responsables de que así sea.
Bye, bye, Irene, un placer haber charlado contigo. ¡Ah! y no te olvides de que siempre necesitaréis de mí, nos volveremos a encontrar muy pronto.