Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL
Cuando se libró la batalla de Ayacucho que le dio la total libertad a Perú y Bolivia, en diciembre de 1824, Bolívar tenía dos herederos a la vista, Sucre y Córdova. Ambos fulgurantes y juveniles guerreros. Buenos mozos, inteligentes y con futuro garantizado. Los dos hicieron gala de su tino y sapiencia militares y ayudaron cada cual a su manera al triunfo en Ayacucho de los ejércitos de Bolívar.
Se cuenta que al concluir la contienda un cura coronó al libertador con un laurel de oro, recamado de piedras preciosas. Este se la quitó y delante de sus tropas se la impuso a Sucre responsabilizándolo como el gestor de la victoria.
El mariscal de Ayacucho tampoco la recibió y se la puso en la cabeza a José María Córdova, el intrépido general antioqueño repitiendo la frase que el trágico paisa dizque repetiría un tiempo más tarde cuando se rebeló contra Bolívar y fue ajusticiado miserablemente por la Legión Británica: ”armas a discreción, paso de vencedores”.
Córdova había nacido en el partido de La Concepción y su partida de bautismo en la iglesia de esa vereda, entonces jurisdicción de Rionegro, así lo hace constar.
El 10 de septiembre de 1825, en un acto propio de su tiempo ,y siendo uno de los suyos alcalde de Rionegro la envió con una nota para que reposara “ en la ciudad donde nací” y aunque nunca la recibió la sala capitular ni nadie negó que José María Córdova era oriundo de La Concepción, la corona quedó guardada de familia en familia y después depositada al Banco de Oriente para su custodia y, como tal, todos supusieron que la corona era propiedad municipal de Rionegro, no de La Concha que ya era municipio y en un arqueo de caja hace unos años, se la entregaron al alcalde de Rionegro, no al de La Concepción o La Concha, como la llaman los paisas de verdad).
Hubo alegato judicial que ha reverdecido por estos días porque Ramón Alcides Valencia, el mismo abogado que fue capaz de arrebatarle la propiedad de la Iglesia Parroquial de La Concha a las almas del purgatorio que las habían heredado en el siglo 19, se ha ganado una miserable e injusta vaciada judicial de Manuela Ocampo, la subsecretaría de patrimonio de Rionegro, para decirle que no le entregan la corona de Córdova a su ciudad natal sino que Rionegro se queda con ella. Infames garosos hambrientos es lo que son las autoridades de Rionegro.