Nos acercamos a la Semana Santa, una muy especial, por ser la primera vez que las celebraciones tendrán los templos vacíos y una difusión masiva a través las redes sociales ya sea por medio del Facebook live o cualquier otra plataforma digital. Curiosamente, siempre nos invitaban a ir a los templos y esta vez la invitación es quédate en casa.
Esta coyuntura ha confrontado el verdadero sentido de la Iglesia, recuerdo cuando en la catequesis se nos dijo que una cosa es el templo: que es el lugar y otra es la Iglesia, que es la comunidad. No obstante, esta distinción conceptual en la vida cotidiana siempre ha tenido dificultades, se ha confundido la Iglesia al templo, reduciendo la praxis pastoral al “éxito” en la “cantidad. Por eso muchas Parroquias han incluido en sus programas semanales, celebraciones o ritos (Novenas, Rosarios, Coronillas), que tienen mayor acogida entre las personas, y así ofrecer un servicio (producto) conforme a las necesidades de las personas. Y en Semana Santa se evidencia la preocupación de parroquias, barrios y pueblos enteros por organizar las procesiones y sus celebraciones de Semana Santa, algunas llenas de majestuosidad y teatralidad, donde radica su popularidad y prestigio. Hemos asistido, por lo tanto, a una Iglesia de números y rituales masificados
Este año 2020 y en especial esta Semana Santa, puede ser el acontecimiento más importante después del Vaticano II, incluso podría ser el momento en el que se comprenda el Aggiornamento que inspiró a los padres conciliares. Esta situación va a permitir comprender el verdadero sentido de la Iglesia como Pueblo de Dios. Descubrir la presencia real de Jesús en la comunidad, y aprender la importancia de la comunión desde el servicio, la entrega y el amor. Esta Semana Santa 2020 se recordará no por la parafernalia teatral de las procesiones, sino por el fortalecimiento de la vida espiritualidad. No será una Semana Santa de multitudes, sino de encuentros comunitarios. Una semana Santa no centrada en la majestuosidad, sino en el recogimiento, la unidad y el amor, y donde prevalecerá no la economía, sino el misterio pascual.
Este momento de acontecimiento espiritual permitirá fortalecer la comunidad, más allá del ritualismo y masificación de la fe. Por eso la Semana Santa se celebrará, no en los templos, sino en las Iglesias, como en el cristianismo primitivo, que se mantuvo firme en la fe, a pesar de la persecución. Igualmente, hoy, se celebrará en las Iglesias, esas pequeñas comunidades domesticas en torno al cuidado el amor, la paz y la justicia. Es una semana santa para superar los clericalismos paquidérmicos y aparezca renovada la Iglesia Pueblo de Dios, esa Koinonia que asumiendo la opción preferencial por los más pobre y vulnerables, es coherente en su praxis con la construcción del Reino, acompañadas por laicos, sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y líderes, que animen desde la Palabra de Dios la Fe, la Esperanza, y la Caridad. Es el momento para un gran retiro espiritual de la Iglesia, que le permita superar la tentación mediática de los Show-man y los telepredicadores, y se redescubra en este tiempo pascual en la misión evangelizadora un mundo más justo, fraterno y solidario.
En esta semana santa será la más especial de los últimos años, porque comprenderemos lo que celebramos en la Pascua, aquella victoria de Cristo sobre la muerte. Este año será una celebración de la vida, al interior de los hogares y hasta allí reunido en la fe y el amor, llegará Jesús resucitado diciendo “ la paz sea con Ustedes”.