Por: PEDRO PABLO AGUILERA G.

Recordando los idus de marzo viendo el mundial creo que están alborotados. Aquellos que viven con intensidad el fútbol han visto caer equipos y figuras en este mundial catarí lleno de censuras a quienes piensen, gusten o disfruten de no pocas cosas de esta vida y que a nadie deben molestar.

Han desaparecido equipos como Dinamarca, Bélgica, Alemania, Holanda, España, Portugal, Inglaterra y hasta el mismo Brasil. Directores técnicos han renunciado ante escandalosos resultados inesperados y hemos visto como un Ronaldo y un Neymar tuvieran entre las arenas de Qatar una despedida no grata por la puerta de atrás.

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Estas semifinales atípicas con dos selecciones emergentes como Croacia y en especial Marruecos demuestran que las cosas están cambiando y que lo que fuera sorpresa en el mundial de Rusia es un hecho, hay nuevos equipos que desde cada lugar de este mundo quieren y están imponiendo sus deseos de victoria.

Ahora bien, ese equipo de Marruecos es toda una curiosidad con 14 nacionalizados de jóvenes españoles, franceses, belgas, ingleses o de otras partes pero que por el origen familiar, por cultura han competido por Marruecos, la nacionalidad se quiebra y la cultura se impone dándose una ruptura en un sentido opuesto a la dirección de los destinos de las migraciones. Hay un regreso a las semillas.

Me dirán que todo tiene que ver con oportunidades para jugar y mostrarse aceptando un equipo al que nada deben o conocen. No, definitivamente no es tan sencillo, aunque es parte de la verdad.

La opción estos marroquíes que en diez días están en Europa, es una opción muy cultural donde la familia ha mantenido el riego de su historias, sus orígenes y aun siendo de nacimiento en otras partes reconocen y hasta mejor que nacionales plenos aquella tierra que no han vivido en el día a día. Yo conozco eso, porque mis hijos conocen la bandera y la historia, los sabores de sus abuelos que no conocieron.

Es esa dimensión de que la patria es la humanidad y no unas fronteras. Lo grande de este mundial no santo, es ser un mundial más incluyente desde otra mirada – lastima que no en todos los sentidos -, y se eche por tierra o arena, la idea que somos de un lugar cuando amas otro o incluso, seas un promiscuo en amores como yo, que amo a Colombia como amo a Cuba.

En este sentido, el deporte sigue derrumbando no sólo equipos, técnicos y figuras, también preconcepto de a quién represento o quién puede representarme.