Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL
No voy a hablar del fútbol que se ha jugado por estos días en Qatar. No aprendí ni a entenderlo del todo ni a juzgarlo bien aunque estuve casi una década trabajando diariamente con el colombiano que más sabe de ese deporte: el doctor Peláez.
Hoy voy a hablar es de lo que más se comenta en este momento en Europa y en breve copará las noticias del mundo: la corrupción que expande Qatar en el seno del Parlamento Europeo, el máximo organismo político de la UE.
El hecho de que la vicepresidente de semejante entidad, asentada en Bruselas, doña Eva Kaili, hubiese sido detenida por la policía belga acusada de aceptar sobornos de Qatar y de lavar divisas, es una bofetada a la democracia occidental y un tremebundo golpe de campana para que se inicie la cuenta regresiva a la organización ética y moral que el mundo dice llevar y que los políticos quieren arrasar a toda costa y los países ricos abotonar.
La corrupción no es cosa nueva en Europa ni en el mundo. Pero como en ese continente que albergó a las grandes potencias de la cristiandad y se forjaron religiones y estructuras geopolíticas que civilizaron al resto del planeta la corrupción había logrado ser inferior a la tronada que surgía del tráfico oculto del poder y las prebendas, o en especial tenerlas muy camufladas, siempre se dijo y se creyó que la corrupción florecería fácilmente en los países no civilizados o en vías de desarrollo.
Mucho más cuando la gran división del cristianismo se dio con Lutero por la corruptela de las indulgencias y simonías de la Iglesia Católica, sus papas y sus obispos.
Y, sobre todo porque la historia ocultó las picardías económicas de Julio César y no glorificó la batalla por la honradez de Vespasiano. Por todo ello, y por mucho más seguramente, la noticia de la corrupción dentro del Parlamento Europeo con su vicepresidente y hasta ahora 4 eurodiputados enredados se tiene que volver un escándalo y debería precipitar una crisis en los manejos éticos y morales del mundo organizado para abrir paso a la revolución arrolladora de la honradez. Ojalá que así fuera y se precipitara inmediatamente.