Por: PEDRO PABLO AGUILERA G.

Cuando uno revisa y ve que en los últimos años de los 164 periodistas asesinados hay 110 casos – 9 serán este año-; que la justicia ha dejado para el olvido o como dice los abogados prescriben en sus términos, hay que pensar que los que nos dedicamos al oficio nos queremos muy poco. Poco importa que se hable de la paz total, mientras esa comunidad de quién trabaja por la información veraz es asesinado.

Por cierto en los últimos meses, menos de 100 días, hay dos periodistas que el silencio es la única respuesta de fiscalía y gobierno.

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En octubre Rafael Moreno en Córdoba, su voz ya no escucha y era vital para la región en su investigación sobre corrupción.
En noviembre Wilder Alfredo Córdoba, periodista en La Unión, Nariño, fue asesinado por sus denuncias periodísticas y su importante labor de veeduría y liderazgo social.

Gobierno y fiscalía nada han dicho y por ello la Federación para la Libertad de Prensa (FLIP) llama ha indagar a quien deba hacerlo para se cumpla con el Plan de Acción de la Organización de Naciones Unidas sobre la Seguridad de los Periodistas que ya lleva 10 años de abierta impunidad.

Si el cambio es, que se vea el cambio positivamente y no sean más protegidos los violentos convertidos en gestores de paz, que los pacíficos periodistas que tan sólo buscan la verdad.

En 2020 hubo 152 amenazas, en el 2021 172 y en lo que va de año también 172. ¿Qué profesión es la más asesinada en Colombia? Creo que luego de los militares que por su profesión entran en una zona de muerte los periodistas son los de mayor alto riesgo por agresiones, asesinatos, desapariciones, ataques a las sedes de los medios y la censura.

Investigar, preguntar, cuestionar, informar y difundir puede ser motivo de amenazas y muerte… las reacciones de aquellos que aman el oficio del periodismo son dos: o la autocensura de la información o difundirla, bajo amenazas de todo tipo, incluida la de muerte.
Mientras como dijo Akira Kurosawa en su inolvidable film de 1960: LOS MALOS DUERMEN BIEN