Por: PEDRO PABLO AGUILERA G.
Aplicar un control ético, político o religioso sobre algo o alguien es ejercer una censura. Habitualmente estamos en contra de este ejercicio de poder que silencia el derecho a la libertad de pensamiento y expresión, pero como todo en la vida hay matices.
Hay ocasiones que se justifica la censura por diversos criterios en interés del bien general, de determinados valores universales, pero son casos extraordinarios.
Por ejemplo, la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá y algunos otros países han establecido una censura a diversos medios de comunicación rusos de propiedad estatal tras la invasión a Ucrania: Sputnik, Russia Today, Rossiya RTR/RTR Planeta,Rossiya 24/Russia 24 y TV Centre International.
Este ha sido un modo de sancionar al gobierno ruso por utilizar estos medios como instrumentos para manipular la información y promover la desinformación y hacer propaganda en favor de esa guerra y desestabilizar a los aliados de Ucrania. Google y diversas redes sociales han apoyado esto cerrando cuentas de estos medios rusos.
La guerra y la política saben desde siempre que la verdad es la primera víctima y de ahí la atención en qué, cómo y quién dice lo que pasa. Ganar el espacio de la información es vital y no pocas veces decisivo.
Por ello se habla que la comunicación representa un cuarto poder luego del ejecutivo, legislativo y el poder judicial.
Hoy día los medios tradicionales están en crisis por su vínculo al poder económico-político y la ligereza en informar.
Frente a ello para bien, hoy cada ciudadano con su celular tiene un canal de revisión, de radio y de prensa desde sus redes sociales; opinando, reproduciendo y debatiendo libremente su mofo de ver el mundo. Cierto, totalmente cierto, hay mucha desinformación, pero siempre ha existido. Hoy al menos podemos cuestionarlas libremente, antes no.
Pero la censura tiene otra forma: la autocensura de quienes saben la verdad o las razones y callan, se silencian para no entrar en debates y hasta por esa complicidad que hay entre amigos o grupos y se cree que callando la verdad o la mentira se hace mejor que confrontándola.
Mala jugada a la democracia y a la verdad de quién confunde una falsa lealtad con la complicidad a los errores, a las mentiras. La autocensura es más cobarde que la censura injusta o mal empleada para cumplir fines sectarios, partidistas o ideológicos.
Disentir no debe colocar a nadie como enemigo, como traidor o justificar su exclusión.
La libertad de expresión y pensamiento argumentada aunque diferente a nuestro pensar, debe ser respetada. La censura al final de cualquier modo, a excepción de motivos de lesa humanidad, es una mordaza o un arma suicida a la integridad se quien calla.