Justiniano Barreto Blanco, fue uno de los grandes compositores del caribe, pocos con tanto éxito bailable y tan poca fortuna material
La Habana, Cuba, el 14 de noviembre de 1923 – Nueva York 11 de enero de 2015
En 2006, desde el pequeño y empobrecido apartamento que ocupaba en el barrio de Mott Haven, en el Bronx neoyorkino, Justi Barreto le confesó a la periodista Natasha del Toro, del Daily News, que estaba decidido a exigir que se le pagara por su legado musical. El título del artículo que publicara el Daily News, The Same Sad Song, trae a la memoria, además de la conocida canción de Smokie Norful, la historia mil veces repetida de grandes músicos y compositores, cuya obra no logra tener una expresión en valor que repercuta favorablemente en su propia vida, y que hoy parece alcanzar la máxima expresión en el expolio a los autores y sus derechos en las plataformas de música en las redes.
Además de músico, cantante, percusionista y defensor de las raíces africanas de nuestra música, Justi Barreto es de esos autores naturales y empíricos, prolíficos donde los haya, con una obra regada entre los más notables cantantes, orquestas y conjuntos afrolatinos y que cubre el período de la locura del mambo, el cha cha chá y la salsa. De existir un Latin-American Songbook oficial, sin duda varios temas de su autoría figurarían en él. Y sabiéndolo, el compositor cubano estaba decidido entonces a no seguir los dolorosos pasos de tanto músico latino y genial, como los boricuas Rafael Hernández y Pedro Flores o el cubano Bobby Collazo quienes, en palabras de Barreto, nunca percibieron royalties en la cuantía que les correspondía por la gran popularidad y difusión de sus canciones, y murieron en la pobreza.
Por solo citar algunos: Benny Moré le grabó con la orquesta y evidentes arreglos de Pérez Prado el mambo Rabo y oreja, Batanga No. 2, Qué te pasa, José, La chola, el bolero Encantado de la vida (en dúo con Lalo Montané); Celia Cruz registró el afro Changó ta vení y el bolero Cuba bella. Rolando Laserie, el muy popular bolero-mambo Déjenme en paz; El Cuarteto D’Aida original y Richie Ray le grabaron el famoso Yenyere Gumá; Vicentico Valdés en su etapa con el conjunto de Humberto Cané, en México, le grabó la guaracha Rataplán. Machito y Graciela con los Afrocubans registraron Me miraste y te miré, El santo en Nueva York y Oye la banda. Otros títulos suyos se hicieron también populares en otras voces: Déjame en casa (Orquesta Casino de la Playa), Amalia (Celio González), Otro coco (Yayo El Indio), Guaguancó en Nueva York (José Curbelo), Atrevida (Tommy Olivencia), Malambo (Jimmy Sabater), y esa especie de himno de Cali que es Lo que dice Justi (Wayne Gorbea), entre otros.
Y hay más: El tramposo, Abicú, Enójate, La camisa de papel, Qué bonito es Puerto Rico, Niña niña, Dos centavos, Echando un pie, Pergamino, Sola vaya, Íntimo de mí, Ya yo sé, You’re an Angel o Nanaracai Coso, en manos de Cortijo y Kako, Willie Rosario o la Sonora Ponceña, son también éxitos de su autoría.
A través de sus composiciones y de su trabajo con la música ritual afrocubana, Justi Barreto fue una especie de cronista de ese recorrido trágico, pero definitivo que llevó aquellos sonidos esclavizados desde el África ancestral hasta nuestros días, y del que Justi relata su versión en el tema África, interpretado por Silvestre Méndez. También sus composiciones constituyen la huella de su propio recorrido vital, los sitios por donde vivió o pasó y sus vivencias: Dulce Veracruz, Monterrey, Qué bonito es Puerto Rico, Puerto Rico me encanta, Venezuela, México, El santo en Nueva York, La bolita en Nueva York, Juventud de Nueva York, California, A Nueva York, y la más conocida: Un verano en Nueva York, en la voz de Andy Montañez con El Gran Combo, un recorrido por las fiestas veraniegas, lugares y tradiciones del Nueva York latino.
Reconstruir el paso de Justi Barreto por la música popular cubana es recorrer sus tres décadas más notables y mediáticas donde las composiciones del cubano están entre las más relevantes. Justiniano Barreto Hernández es el nombre que le dieron cuando nació el 14 de noviembre de 1923 en Jesús María, uno de los barrios populares más rumberos y de mayor arraigo a la tradición afrocubana. Desde niño está en contacto con la rumba, con la música de antecedente africano, con la santería y la regla de palo monte. Su primera guaracha la compuso a los veinte años; se ha dicho que en La Habana fue por breve tiempo bongosero de la orquesta Casino de la Playa.
Con veinticinco años, en 1948 se marcha a probar suerte en México. Llega en buen momento, en pleno auge del cine de rumberas. Allí se vincula al ambiente musical de los cubanos que ya trabajaban en el DF y encuentra oportunidades de trabajo en esa industria, que influye en su fichaje por la RCA Victor mexicana, que fue pródiga en adherir a su catálogo a los músicos cubanos de mayor valía en esa década y la siguiente. En México, Justi Barreto hizo de todo en su ámbito: fue percusionista, compositor y bailarín en películas, teatros y night-clubs, donde trabajó entre otros con Pérez Prado, Tongolele y otras figuras muy populares.
El filme Cuando el alba llegue protagonizado por Meche Barba lo muestra haciendo parte del grupo de percusión que acompaña a un emergente Benny Moré, junto a otros dos rumberos de ley: Mongo Santamaría y Silvestre Méndez. Como compositor, logra que temas suyos aparezcan en las bandas sonoras de los filmes Rayito de Luna, Al son del mambo, Los pecados de Laura, Callejera, En cada puerto un amor y otros.
La discografía de Justi se inicia en México en los años 50, cuando graba bajo el sello Musart su primer LP, Batanga. Todos los temas son de su autoría, en su mayoría éxitos consumados. Ya con mucha música suya en películas y discos por cantantes y orquestas de gran popularidad, en 1951 se va a Nueva York para intentar colectar sus regalías por derecho de autor directamente en las oficinas de Peer International, y decide plantar bandera en la ciudad de los rascacielos, donde fija su residencia, aunque no logra su propósito de normalizar la situación de sus pagos.
Repasemos brevemente algunos de los discos más notables de Justi Barreto: durante la década del 50, graba con su conjunto varios discos de 78 rpm para el sello Verne con el Conjunto Justi Barreto e incluye temas de su autoría como Cowboy Mambo, Me vengo cayendo, La bolita en Nueva York, Desde mi tierra, A ver si es verdad, la versión hispana de Papa Loves Mambo, con textos suyos, y otros. El sello mexicano Maya le produce el LP Cuba canta, donde comparte créditos principales con las cantantes Olga Rivero y Raquel Domenech. En los años 60 registra para Gema Récords el LP Santería (Toques y cantos), temática que será repetida en otros discos sucesivos en esa década y en los años 70, como los LPs Listen To Justi Barreto Introducing Shangó-Aragua, Lovi Ochá (Echú Records) y Santería Africana (Santero Records); todos discos de pura música ritual afrocubana.
Con Gema también deja el LP Comparsas cubanas, que recoge la impronta de los carnavales cubanos a través de su propia experiencia. Justi dirige el grupo folklórico que reproduce las más famosas congas que identifican a las comparsas tradicionales. Con ese grupo graba, también para Gema, Guaguancó ’69, un compendio de temas en ese género rumbero. No deja pasar la fiebre del boogaloo en los años 60. Compone varios temas y graba en 1969 para el sello Starbright el LP Boogaloo Shingaling, como Justi Barreto y su Orquesta. Con el sello Echú Records y como figura principal grabaría en 1987 el LP Apareció el rey, interpretando sus temas acompañado de orquesta y con dirección musical de Isidro Infante. Tito Allen y Rafael Tejada y el propio Justi ponen sus voces.
Justi Barreto murió en Nueva York el 11 de enero de 2015, sin poder disfrutar de las riquezas que su obra habría podido asegurarle (eufemismo que utilizo ante la vergüenza de decir que, como no quiso que le ocurriera, murió en la pobreza). No hubo justicia para Justi y su obra. Probablemente el cubano haya vivido en la época equivocada. De haber vivido y creado en estos tiempos que corren, quien sabe si habría llegado a ser millonario.
Justi Barreto nunca dejó de reclamar lo que le correspondía por su prolífica y exitosa obra autoral, pero las compañías discográficas rara vez le enviaba cheques, y a lo sumo, le hacía pagos esporádicos en calidad de anticipos y que, según él, no pasaban de 100 dólares. En épocas en que aún podía hacerlo, la mayor parte de sus ingresos provenía de actuaciones en vivo, subiéndose al escenario del Palladium y otros night-clubes y sitios de música latina en Nueva York. Si los royalties no le llegaron en la cuantía debida, quienes le subvaloraron no pudieron evitar el reconocimiento en otros ámbitos importantes. En 2003 Justi Barreto fue honrado con su incorporación al Salón Internacional de la Fama de la Música Latina (ILMHF), evento que desde Nueva York honra a los artistas y personalidades que han contribuido en gran medida a la música latinoamericana.