Gardeazabal

Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL

No voy a hablar del país que tenía hasta ayer un presidente que había hablado pestes contra las autopistas 4G, por donde transitan las tractomulas con cargas y pasajeros, pero que desde que descubrió la magnitud dañina del bloqueo en la carretera de Popayán a Pasto predica que construirá en menos de 4 años la señora carretera que nunca le hicimos a los nariñenses.

No. Voy a hablar de El País de Cali, que editaron por 73 años los Lloreda y de las consecuencias de su venta a los propietarios de la revista Semana, los Gillinsky.

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No voy a caer en el error chísmico de delatar la manera en que se hizo el negocio a través del sistema de usar a 14 ricos de Cali de payasos que ya habían consignado en una fiducia 8 mil millones de pesos para pisar la compraventa y terminaron facilitando que los Gillinsky pagaran una suma mayor.

No. Voy es a resaltar el giro informativo, político y cívico que puede dar Cali y el Valle cuando el agonizante periódico de los conservadores Lloreda pasa a manos de los pragmáticos inversores de Semana. Y, por supuesto destacar lo que parece obvio, que el diario caleño se vuelva una publicación digital rentable y la tradicional edición impresa deje de ser importante, como pasó con Semana.

Pero también, tengo que pensar en voz alta que el negocio tal vez pueda estar en el alto valor que la marca tiene frente a las ambiciones de los españoles de volver americano El País de Madrid. O, quizás, en la precursora mirada de Gillinsky de hacer camino para unificar sus fuerzas con el coloso español y desde esa plataforma crecer internacionalmente.

Eso sí, tienen un problema. En Cali no encontrarán una directora con las capacidades y garra de Vicky Dávila, salvo que revivan a José Pardo Llada, el mítico periodista colombo cubano que desde el diario rival de los Lloreda, Occidente, les dio cátedra de imaginación, valentía y atrevimiento para voltear la torta del poder en Cali.

De no hallar alguien así, el porvenir de El País será el mismo de todos los diarios que los grandes millonarios compraron pero nunca han podido poner a flote.