Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL
Hacer historia patria siguiendo la pista de quienes han sido presidentes es una manera cómoda aunque repetida de asomarse a nuestro transcurrir.
Pero si esa revisión se hace con una pizca de humor y una permanente posición crítica, puede tener muchos adeptos entre los lectores de un país al que no le gusta hablar bien de quienes lo gobiernan y, muy pocas veces, reconocer sus aciertos. Nicolás Pernett sacó a finales del año pasado un libro que acertó titulando “Presidentes sin pedestales” porque es una diatriba entre mordaz y verídica contra quienes han ocupado el solio de Bolívar.
Es la misma onda de la historia valorada humorísticamente como lo hizo Antonio Caballero, pero con énfasis en resaltar lo que afirma radicalmente que se vivió, y que no por ser verdad nunca nos contaron. Todo entonces en este libro sobre los presidentes que ha tenido Colombia resulta negativo.
Y, lo que se advierte cuando termina de leerse, es que ningún presidente para él alcanza a ser memorable. En otras palabras, es un libro que se lee muy agradablemente porque tiene la liviandad de demostrar con anécdotas sin respaldo documental algo que todos sabemos que es cierto: que Colombia es un país de mierda donde los que quedamos vivos hemos sobreaguado, atollados o no, pero no debajo de la cruz de un cementerio.
Hirsuto como el que más, hiere al hacer tabla rasa entre Mosquera y Nuñez, el general Reyes y Rojas Pinilla. Destila vergajamente el vinagre de los oprobios cuando perfila a Santander y a Bolívar y ríos de miel de purga cuando se sobrepone con velocidad a los últimos presidentes.
Es un libro que sin embargo ayuda a entender lo que hemos sido y, quizás, hasta a prevenirnos con lo que pretenden que seamos .Un libro para dar por leído, no para subrayar. Un libro, pese a todo, divertidísimo porque sorprende con la vida desconocida de nuestros presidentes sin que eso cambie algo más que la historia que en la infancia nos obligaron a aprender de Henao y Arrubla.