Por: Fabio Larrahondo Viáfara
falavi2005@yahoo.com
@falavi2005

Para muchos lo sucedido el pasado fin de semana en zona rural de Buga, precisamente entre La Magdalena y La Habana, en Buga, fue una expresión más del invierno que azota esta y otras regiones del Valle del Cauca y la mayor parte de Colombia, sin tener en cuenta que quebradas y el propio Río Guadalajara dejaron al descubierto un panorama muy grave: el avance de la tala incontrolada e ilegal montañas arriba.

También hay que tener en cuenta que las avalanchas registradas dejaron decenas de familias en condiciones críticas, damnificadas y en condiciones muy críticas y que tendrán que volver a empezar la lucha para levantarse y salir adelante. Lo sucedido es muy grave y como tal debe ser asumido, tanto para las ayudas humanitarias, las soluciones de fondo y las investigaciones y estudios sobre lo que está pasando con los bosques.

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Las imágenes, además de «montañas de barro» y piedras, nos permitieron observar decenas de troncos, trozas y otros pedazos de árboles que se convierten en pruebas reales de lo que está pasando muy arriba, donde la tala viene ganando espacio y a pasos rápidos. Es muy posible que estas también sean pruebas del auge de la minería ilegal.

Las autoridades competentes deben intervenir con prontitud. Una de ellas es la Corporación Autónoma Regional del Cauca – CVC- que tiene jurisdicción en esta zona, lo mismo que la Policía y el propio Ejército Nacional, las últimas instituciones porque la tala indiscriminada podría estar asociada a narcocultivos.

Tal como lo he venido expresando en Twitter y otros espacios, corresponde, en primera instancia, a la CVC emprender la investigación correspondiente, pues la avalancha no mostró árboles arrancados de cuajo o cepa, sino trozas, ramas y troncos en los que fácilmente se puede concluir que habían sido cortados por la mano del hombre, el mismo que se suele convertir en un depredador salido de control cuando se trata de agredir a la naturaleza en busca de riqueza y sin tener en cuenta el daño causado.

Bajo estas perspectivas es evidente que se requieren acciones intersectoriales, pero el caso no debe ser archivado a la espera de las próximas avalanchas, pues, a decir verdad, ya se han presentado otras, lo que pasa es que en esta oportunidad las huellas de la destrucción han sido más notorias y de mayor volumen, como quien dice todo se agrava.

Así las cosas, estaré pendiente de las decisiones y acciones que tome la CVC, en cabeza de su director, el muy activo, por cierto, Marco Antonio Suárez Gutiérrez, y la propia Junta Directiva de esta corporación, a la que debo reconocer que en los últimos años ha estado muy pendiente de todo aquello que envuelve el medio ambiente y la naturaleza, en cuanto a su defensa y preservación.

En este llamado también incluyó al alcalde de Buga, Julián Rojas, por tratarse de su jurisdicción de gobierno, aunque muy posiblemente el impacto que se está presentando incluya a municipios vecinos, aunque la descarga se presentó en los sitios mencionados al comienzo de este artículo. No olvidemos que los daños a la naturaleza tienen repercusiones generales, no son focales, sino que tienen alcances colaterales.

En esta época de drones bien se pueden hacer seguimientos a los cursos de las quebradas para establecer las zonas donde se tienen los principales impactos. El panorama total se puede conformar a corto plazo. Además, estoy seguro que la III Brigada del Ejército y la Policía Nacional están en condiciones de aportar helicópteros para sobrevolar la zona. En resumen, hay los medios, se requiere la voluntad política y emprender las acciones pertinentes.