Gardeazabal

 

Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL 

Anuncio

El mito de Aquilino Villegas fue creciente en la familia Gardeazábal. El abuelo librero había trabajado casi una década en el Almacén de Aquilino Villegas en Manizales y allí aprendió de redacción y de comercio, a leer y escribir en inglés y francés y le agradeció eternamente su formación frente a sus hijos.

Mi madre me lo transmitió a mi y en la medida en que pude investigar me fui encontrando con un estilizado monstruo de la inteligencia manizalita, que dejó herencia de buen saber, buen comportamiento y empuje cívico extraordinario.

Uno de su bisnietos, Pedro Felipe Hoyos Korbel, quien sostiene una singularisima editorial desde la capital de Caldas mucho más selectiva que comercial, acaba de publicar un librito que recoge una decena de cartas de Aquilino a su mujer, escritas cuando en plena Primera Guerra Mundial se fue a Nueva York, Londres y París a diligenciar partidas y conocimientos para el Ferrocarril de Caldas que tenían como idea por aquel 1916.

Las cartas muestran un periodista narrador de excelentes dotes. La descripción que hace del viaje en los barcos, de los pasajeros, del clima y del perfil temperamental de gringos, ingleses, franceses y españoles son castellanamente impecables y delicadamente poéticas.

El juicio que emite sobre la forma de hacer los negocios o de practicar la medicina en aquél momento, porque ha aprovechado el viaje para hacer operar a un par de parientes que lo acompañan, termina siendo no una carta a su esposa lejana sino un dechado de observaciones juiciosas que no han perdido vigencia más de 100 años después.

Leerlo termina siendo un placer aun cuando por estas épocas leer cartas ya no se degustan porque han quedado arrasadas con la velocidad del wasap o del internet.

Lástima que los hijos de mi abuelo librero no guardaran la correspondencia que Aquilino tuvo con su antiguo dependiente Gardeazábal porque de ellas utilizaron su recuerdo para construirnos el mito que hoy me deleita de nuevo.