Por:  Mariela Díaz Romero

El pasado 09 de febrero, el escritor peruano Mario Vargas Llosa fue recibido como nuevo miembro de la Academia Francesa de las Letras.

Un hecho sin igual al que quizás los hispanoamericanos no le hemos prestado la debida atención. Además de haber recibido en 2010 el Premio Nobel de Literatura, Vargas Llosa es sin duda uno de nuestros grandes escritores.

Anuncio

Comencé a leerlo cuando tenía 12 años. Y fue esa novela de juventud “La ciudad y los perros”, la primera que me fascinó y que siempre recordaré con cariño. “La fiesta del Chivo” es otro de sus grandes libros que leí y descubrí la crueldad de la tiranía que vivió el pueblo dominicano con Trujillo; otra de sus novelas que me gustó fue “El paraíso en la otra esquina”, en la que entrelaza episodios de la vida de Paul Gauguin y Rosa de Luxemburgo.

Conocer su vida fue también leer “El pez en el agua”·, ya que en ella relata su infancia y adolescencia así como también el periodo en el que se lanzó como candidato presidencial del Perú.

Vargas Llosa en suma es un autor prolífico y su pluma es exquisita y edificante. Siempre me ha gustado leerlo porque jamás deja indiferentes a sus lectores, que encontrarán en sus libros, no solo grandes historias sino además un uso impecable del lenguaje español.

Justamente es esta peculiaridad la que hay que subrayar con el ingreso del autor de “Elogio de la madrastra” a la Academia Francesa de las Letras. Es el único que ha escrito siempre en español. Esta condición –no obstante- levantó críticas de parte de algunos intelectuales franceses. Asimismo, el escritor nacido en Arequipa cuenta con 86 años en el momento de este ingreso, a pesar de que la edad límite para entrar en la academia gala es de 75 años.

Sin embargo, Vargas Llosa dijo en su discurso de aceptación que agradecía a Francia, porque el hecho de que haber vivido en ese país siendo muy joven fue una de las circunstancias que consolidó su vocación de escritor.

“Gracias a Francia descubrí la otra cara de América Latina, los problemas comunes a todos sus países, la horrible herencia de los golpes militares y del subdesarrollo, la guerrilla y los sueños compartidos de liberación”.

Contó que cuando él llegó a París, en 1959, los franceses se sentían fascinados por la Revolución Cubana, antes de que esta se convirtiera en una tiranía, y entonces ya conocían mejor que él a autores como Jorge Luis Borges, Arturo Uslar Pietri, Julio Cortázar e incluso Gabriel García Márquez. Con 22 años, Mario Vargas Llosa empezó a sobrevivir en París a pesar que ya estaba casado con una mujer 10 años mayor que él y que hizo trabajos de sobrevivencia.

Uno de ellos era un trabajo en la Radio Televisión Francesa, cuyo horario era nocturno, comenzaba a las 11 de la noche y se extendía hasta la madrugada. En las mañanas podía leer, almorzar algo ligero y luego podía escribir en las tardes hasta que llegaba la hora de ir de nuevo al trabajo.

Fue el tesón, la disciplina y la constancia las que forjaron su carrera de escritor, ya que según cuenta Víctor Jara, Vargas Llosa era consciente de lo mucho que le costaba escribir, así que fue construyendo su vocación “a punta de jornadas agotadoras”.

Después de cuatro años había escrito su primera novela. El manuscrito lo ató con una corbata y lo colocó en un cajón de su escritorio. Siguió escribiendo pero ante la insistencia de amigos, la envió a un concurso.

La novela era “La ciudad y los perros” y resultó ganadora del premio Biblioteca Breve de Seix Barral, en 1962. Entre ese año y 1982, Vargas Llosa escribió libros como “La guerra del fin del mundo”, “Conversación en la Catedral”, “La casa verde”, “La tía Julia y el escribidor”, entre otros.

En esos años en Francia, también aprovechó para leer a Gustave Flaubert y diseccionar su “Madame Bovary”. Para el peruano leer al escritor galo y documentarse sobre la cultura francesa fueron también piedras angulares para convertirse en el escritor que es hoy en día.

Así fue como trajeado con la tradicional chaqueta bordada con hojas de oliva, el Nobel recibió la espada que para la ocasión le entregó la secretaria de la academia, Hélène Carrère d´Encausse.