Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL –
Algo debe andar muy mal en los mecanismos de relojería que hacen funcionar al gobierno colombiano si el Director Nacional de la Policía declara públicamente que las batallas contra el crimen son guerras contra el demonio.
Algo mucho más grave debe estar pasando en la mente de un general de la república que en pleno siglo 21 diga públicamente que la Policía Nacional apela a los exorcismos contra el demonio y los métodos de enfrentamiento contra el maligno que dejaron de aplicarse por las fuerzas del orden desde la edad media, cuando los dueños del poder eran los señores feudales.
Resulta casi increíble leer la larga y dispendiosa entrevista dada a Vicky Dávila por el señor general Henry Sanabria, nombrado comandante máximo de la institución policial por el presidente Petro y su ministro Velázquez.
Es imposible que en pleno año 2023, cuando existe la inteligencia artificial y los métodos de investigación y las persecuciones contra los criminales se hayan modernizado pretendan que se libren en Colombia como si fueran las batallas imaginarias de Don Quijote y sus caballeros contra los molinos de viento.
O, peor aún, que imitando a los papas romanos de la antigüedad o a los jefes tribales del África Central, la batalla contra el crimen y los violadores de la ley se resuma por parte del supremo comandante de los uniformados como una dura lucha contra el demonio y, como tal en vez de armas digitales o de satélites artificiales se utilicen como escudo los escapularios de la Virgen o se afilen los exorcismos vaticanos contra los bandidos que quiebran el orden social.
De allí a que a los 190 mil policías colombianos se les cambie la pistola de dotación con la cual han garantizado el orden por una camándula, hay muy poco trecho.
Una cosa es hacer gala pública de las creencias religiosas y otra retroceder al medioevo, pisoteando saberes y evoluciones, adelantos y experiencias para convertir en cruzadas anti demoníacas la arriesgada labor que la Constitución ha encargado a los policías.