Por: VÍCTOR MANUEL CAÑAR
La Sucursal del Cielo es una urbe que sobrepone su gran potencial como ciudad innovadora ante el panorama incierto que nos agobia a diario, ya se volvió costumbre que todos los días entre los ciudadanos existan posturas y comentarios que nos infunden un contexto de atraso, de mala administración de los recursos públicos, de corrupción, y de violencia.
Esta perspectiva no es para menos, no podemos ignorar que después de la crisis de salud derivada por el virus de la COVID-19, y posteriormente por el estallido social, nació un panorama de desesperanza que ha impregnado cada rincón de los caleños.
Sin embargo, Cali se rehúsa a ser sepultada por dicho panorama, aun en medio de la dificultad, sobresale nacional e internacionalmente por varios nombramientos positivos en materia de salud, de empleo y de ambiente.
Entre los casos recientes, tenemos el nombramiento de la Fundación Valle del Lili como el único hospital y centro de salud del país situado dentro de los mejores del mundo, para ser concreto el primero en Colombia, el segundo en Latinoamérica y el número 32 a nivel mundial, por otro lado, Cali se le catalogó como la tercera mejor ciudad del país para los emprendedores. Así también, Cali fue nombrada la ciudad que tiene las mejores empresas de software del país, pero además hace unos días Cali fue designada como una de las “Ciudades Árbol del Mundo”, y además Cali recibió el reconocimiento que la identifica como “Destino Turístico Inteligente”.
Pero adicional a los nombramientos y reconocimientos recibidos, los ciudadanos también se rehúsan a dejar inhumar a Cali en el panorama horizonte desánimo, y juegan un papel trascendental dentro de los barrios, y dentro de las comunas, quienes todos los días se levantan y no dejan de brindar un saludo, una indicación cuando un desconocido se la requiere, y una ayuda cuando alguien la necesita, pero además quienes se levantan y asumen roles de liderazgo dentro de su comunidad y luchan constantemente contra la violencia, contra la corrupción, contra la mala disposición de residuos sólidos, entre otros.
Por eso no podemos desconocer que contamos con una extraordinaria ciudad que en medio de la adversidad se rehúsa a perder su estatus y, por el contrario, florece en lo que suelen pintarnos como un desierto, y por eso, más que nunca Cali necesita de ciudadanos que no pierdan su esencia de buenas personas, de personas civilizadas y que a través de las buenas acciones y de lo que le denominamos “civismo” aporten a consolidar esa Ciudad resiliente que sobresale.
Se requiere con urgencia a ciudadanos responsables que tomen conciencia de la obligación inherente que se tiene como persona al momento de elegir un gobernante.
Hoy por hoy somos conscientes del potencial que tiene nuestra Ciudad y cuyo potencial, en manos de buenos administradores y de buenos ciudadanos, puede florecer aún más de lo que ya lo hace en medio de la percepción pesimista.